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Comunidad y Patrimonio. Visiones desde la televisión nacional

Por: Maya Quiroga

Foto: Tomada de elpinero.blogspot.com

 

El trabajo socio cultural y comunitario tiene en Cuba una rica historia que se remonta incluso a antes del Triunfo de la Revolución. En los años 40, Enrique Medina funda el Teatro-Biblioteca del Pueblo, al cual dará continuidad en la década de 1950.

Durante el gobierno de Carlos Prío Socarrás, el intelectual Raúl Roa García fue nombrado como Director de Cultura. Entre 1949 y 1952, Roa trató de extender la cultura más allá del marco habanero y para ello ideó las Misiones Culturales que llevaban el arte a las comunidades más apartadas del país, sitios donde resultaba algo completamente novedoso. A la iniciativa se sumaron los Hermanos Pepe y Carucha Camejo, entre otros artistas de la vanguardia.

Al decir del cineasta Julio García Espinosa, las Misiones Culturales: “(…) eran un camión-rastra que iba recorriendo el país presentando en los pueblos distintas manifestaciones artísticas. El camión se abría y se convertía en escenario donde representábamos danzas, teatro, conciertos, cine, exposiciones de pintura y hasta una exposición espeleológica atendida por Antonio Núñez Jiménez.”

Después del Triunfo de 1959 el Gobierno Revolucionario implementa acciones para inculcar la apreciación artística en el seno del pueblo a través de festivales, Encuentros de Artistas Aficionados y presentaciones en los lugares más recónditos.

En sus palabras a los intelectuales (1961) Fidel Castro expresó: “Vamos a llevar la oportunidad a todas estas inteligencias; vamos a crear condiciones que permitan que todo talento artístico, literario, científico o de cualquier orden, pueda desarrollarse.”

Dos caras de una misma moneda

En la literatura se pueden encontrar dos manifestaciones de la cultura comunitaria: una donde los instructores de arte o artistas de la vanguardia favorecen la apreciación estética de la población, y así contribuyen a la transformación social de las personas que habitan determinada comunidad.

La segunda, nace espontáneamente a manera de expresiones culturales, que se conocen como patrimonio vivo, inmaterial o intangible. Es en esta última línea donde se insertan los medios audiovisuales como instrumento para registrar, salvaguardar y darles visibilidad a todas las manifestaciones de la cultura popular tradicional.

Con el triunfo de la Revolución las tradiciones culturales encuentran espacio en la pantalla mediante el programa de televisión El Pueblo en Escena. Sin embargo, actualmente es muy escasa la representación en este medio audiovisual de programas que reflejen totalmente  esas temáticas.

Una presencia necesaria

La cultura comunitaria y el Patrimonio Intangible se abordan en el audiovisual fundamentalmente a través del género documental. Su producción se concentra, por lo general, en el Departamento de audiovisuales del Consejo Nacional de Casas de Cultura (grupo Guijarro), en la Televisión Serrana, algunos telecentros, en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) y en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, como parte de trabajos curriculares.

Esos materiales no se pueden considerar una producción extensa y estable y tienen como fundamental destino de exhibición la Muestra Joven ICAIC, el concurso Ania Pino in memoriam, el Festival de Cine Pobre de Gibara, el Almacén de la Imagen, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, el Imago de la FAMCA, el Festival de documentales Santiago Álvarez in memoriam y el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

En la televisión nacional los documentales, de perfil más antropológico, han aparecido programados, sobre todo en el espacios que ya no existen como Miradas (Canal Educativo 2) y Pantalla documental (Canal Educativo).

El abordaje desde los programas informativos ha sido a manera de cobertura noticiosa o reportaje, en el marco de determinados eventos que organiza, principalmente, el Consejo Nacional de Casas de Cultura.

En cuanto al tema del talento artístico de adolescentes y jóvenes  aficionados ha aparecido reflejado en Sembrando sueños (Canal Educativo 2, en el verano del 2010) y en las primeras emisiones de Talla Joven (que actualmente se transmite por Cubavisión).

Otros ejemplos que se pudieron apreciar por Cubavisión, también como parte de recientes o pasadas programaciones de verano, son: Paso libre, El piquete, Zona Jam y ¿Quién vive? (este último una coproducción entre RTV Comercial y la  Federación Estudiantil Universitaria).

Palmas y Cañas (domingos a las 7 de la noche por Cubavisión) y Punto de partida (viernes a las 4 y 30 de la tarde por el Canal Educativo) son otras propuestas vinculadas al patrimonio material e inmaterial. El primer programa necesita urgentemente replantear su dramaturgia y su visualidad. Mientras que el segundo, apegado totalmente al didactismo, solo cuenta con la intervención de especialistas pero no le da la posibilidad de expresarse a los verdaderos protagonistas, en este caso la comunidad.

Entre los años 2003 y 2013 pudimos constatar que existieron audiovisuales en televisión sobre la temática de la cultura comunitaria y el patrimonio inmaterial tales como Catálogo Cubano y Con luz propia.

De reciente factura han visto la luz espacios como Son de la tierra (la tarde del sábado por el Canal Educativo 2) y Parrandeando (transmitido como parte de la programación de verano del Canal Educativo 2).

Muy loable resulta la Revista TV Serrana (miércoles a las 8 y 30 de la noche por Multivisión) donde está presente la impronta de una productora audiovisual fundada en la comunidad granmense San Pablo de Yao, el 15 de enero de 1993, por el Premio Nacional de Televisión Daniel Diez Castrillo.

No obstante, esos programas son insuficientes para estudiar a profundidad temáticas que, a mi juicio, no ocupan un lugar protagónico en las agendas informativas de la Televisión Nacional y en las parrillas de programación de la misma.

Nos encontramos en una era comunicacional signada por las llamadas redes sociales las cuales determinan que la comunidad participe de manera colectiva en la formación de los agendas públicas de información.

De ahí la importancia de colocar las voces de la comunidad en el entramado social mediante testimonios que revelen su cultura, historia, modos de vivir, costumbres, en fin, su identidad cultural.

Todavía no existe un espacio en la televisión nacional que, desde una perspectiva cultural y humanista, le rinda homenaje, de manera sistemática, a los premios Nacionales de Cultura Comunitaria y Olga Alonso, a los integrantes de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, al movimiento de coordinadores de la UNEAC, al Proyecto Identidad, y a los Talleres de transformación Integral del barrio, entre otras instituciones de la llamada Sociedad Civil Cubana.

Para finalizar, cito a Ignacio Ramonet en su texto Propagandas silenciosas: “Gracias a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, los mecanismos de americanización a través de la imagen son hoy mucho más temibles; los satélites de difusión directa, en particular, propician sobremanera la expansión universal de las imágenes emitidas desde los Estados Unidos”.

Ante los retos que impone la globalización neoliberal, el control de las industrias culturales y la dominación del imaginario simbólico es de vital importancia producir programas de televisión donde se respete la diversidad cultural y las expresiones artísticas que integran el patrimonio inmaterial de los pueblos.

Representar esas temáticas en la televisión nacional ofrece la posibilidad de que las comunidades hagan suyo el poder creador de los símbolos y significados, con el propósito de fortalecer sus identidades locales y nacionales.

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