Cultura y sociedad

Carteles cinematográficos. Memoria de Cuba y el mundo

Texto y fotos: Maya Quiroga

Como parte de la Ruta Especial Patrimonio y Memoria de Cuba para el mundo que desarrolla este año –en el marco del Programa Cultural Rutas y Andares para descubrir en familia– la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, de conjunto con el Consejo Nacional de Patrimonio, Sara Vega, especialista de la Cinemateca de Cuba, presentó en la capitalina Casa Víctor Hugo, la conferencia magistral De la Isla para el mundo. Carteles cubanos de cine.

Durante su intervención, la especialista recordó que en la Mayor de las Antillas existe una tradición cinematográfica, relacionada con el concepto de identidad nacional que, antes de 1959, estaba marcada por las filmografías norteamaricana, mexicana y argentina, fundamentalmente.

Con el Triunfo de la Revolución, el naciente Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) empezó a importar filmes de otras latitudes para abrir el espectro cinematográfico de la población. Esa política era consecuente con la necesidad de formar a un nuevo tipo de espectador, más culto y con una mirada más aguda. Sin embargo, en la Isla no había una experiencia anterior en torno a la práctica del cartel cinematográfico.

De esa forma, señala Sara, los carteles que se realizaban con motivo de estrenos nacionales y extranjeros, retrospectivas, semanas de cine, homenajes y muestras, se convirtieron en mensajeros entre la película y el espectador.

Abre esa inmensa lista, el cartel elaborado a propósito del estreno nacional de Historias de la Revolución, donde ya se coloca el fotograma con sobriedad pero todavía se mantienen las dimensiones de gran formato, anteriores a los 56 por 76 centímetros, tamaño con que se comenzaron a elaborar, al poco tiempo, los carteles del ICAIC.

Desde ese momento, en el taller del ICAIC quedó establecido emplear la técnica de la silk-screen o serigrafía y, dada la escasez de materiales, se utilizó como soporte el papel, con un empleo limitado del color y pocas tonalidades, dejando un márgen blanco para la manipulación del cartel.

“Esa austeridad contribuyó a eliminar el facilismo de la imagen estereotipada, y obligó a un replanteo de cuestiones fundamentales”, advierte la recientemente desaparecida crítico de arte, Adelaida de Juan, en el artículo La Belleza de todos los días. Notas sobre gráfica cubana contemporánea, publicado en la Revista Cuba Internacional de 1969.

Los diseñadores de los años 60 experimentaron con el pop art, el arte cinético, la técnica del papel recortado, el uso de viñetas, la animación y todas las tendencias en boga.

De esa etapa fundacional, datan los carteles elaborados por Rafael Morante, para los largometrajes Las doce sillas o Muerte al invasor y por Eduardo Muñoz Bach para el documental Por primera vez, Cine Móvil. En este último se emplearon 16 colores y se estaba presente la figura de Charles Chaplin, recurrente en la obra del reconocido diseñador.

“Se logran carteles imaginativos e incitantes” –señala de Juan en el artículo antes mencionado–. Uno de los carteles más emblemáticos de ese período fue el de Antonio Fernández Reboiro para el filme Historia de un Hara Kiri, donde el diseñador “ha trabajado con éxito desde la mancha expresiva en rojo como único elemento de color”.

Otros nombres que no se pueden dejar de mencionar son los de Alfredo Rostgaard, con su cartel para el documental Hanoi, Martes 13 y el del pintor Raúl Martínez, con su emblemático cartel para el filme Lucía, deudor en lo formal y lo conceptual de sus grandes murales.

Según los estudios realizados por Sara Vega, durante la década de 70 se produce una consolidación de esta manifestación de las artes visuales tal como se puede constatar a través del libro El arte de la Revolución de la norteamericana Susan Sontag.

Una figura que sienta pautas al introducir la técnica del calado es el diseñador René Ascuy. Al respecto destaca de Juan en su artículo La belleza de todos los días: “Para el filme, de contenido educativo, Luz de esperanza, Azcuy realiza en 1972 una cartel en el cual se proyecta la imagen de la mano abierta con las vocales en las puntas de los dedos, aquí, el elemento tipográfico aborda la comunicación en una doble dirección: el título del filme que cierra, horizontalmente la composición en el plano superior, y las vocales que se destacan por su colocación en la curva formada por la mano y por emplear otro tipo de letras”.

Los años 80 son difíciles, dijo en su intervención la especialista de la Cinemateca de Cuba, porque se deprime la producción cinematográfica nacional y disminuye la importación de filmes, con la consecuente reducción de los carteles y la emigración de muchos diseñadores hacia otras latitudes.

Se mantienen en la palestra algunos de los ya reconocidos como Muñoz Bach, quien realiza el cartel de los largometrajes Clandestinos y Gallego. Surge entonces una nueva hornada de creativos recién egresados de la Academia, entre los que se destacan Ernesto Ferrer con sus carteles para los audiovisuales Talco para lo negro y Fresa y Chocolate.

Ya en los 90, Sara Vega toma la iniciativa de darle una nueva vida a la tradición cartelística cinematográfica nacional, a través del proyecto Ayer y hoy. Carteles cubanos de cine, de 1999, auspiciado por la Cinemateca de Cuba con la anuencia del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y la presidencia del ICAIC.

El proyecto consitió en convocar a un grupo de jóvenes estudiantes o egresados del Instituto Superior de Diseño (ISDi) con el propósito de que realizaran una relectura de carteles elaborados, en décadas anteriores, por los padres de la cartelística cubana.

De esa exposición se recuerda, como uno de los más comercializados de todos los tiempos, el cartel diseñado por Nelson Ponce para el largometraje de animación Vampiros en La Habana, que devino una obra nueva, totalmente diferente a la anterior de Muñoz Bach.

Más tarde, la Cinemateca inauguró Nuevos diseñadores. Nuevos Carteles, para documentales cubanos. Así se daba a conocer una novísima generación de diseñadores que ya no realizaban bocetos a mano y concebían sus obras directamente en las computadoras.

Entre ellos se encuentran: París Volta, Giselle Monzón, Idania del Río, Raúl Valdés (Raupa), Claudio Sotolongo y Roberto Ramos Mori, quienes fueron los precursores de las exhibiciones competitivas que, cada año desde los 2000, abren sus puertas, como parte de la Muestra Joven ICAIC, a estudiantes y egresados del ISDi.

Con el objetivo de proteger este patrimonio nacional que forma parte de la memoria histórica de la nación, y en búsqueda de nuevas obras que engrosen los fondos de la colección de carteles del ICAIC, Yumey Besú y Sara Vega, representantes del proyecto CartelON. Gráfica cubana, han organizado las muestras colectivas Filmes Clásicos. Diseño Contemporáneo y Clásicos Latinoamericanos Restaurados.

CartelON es un programa de fomento de la gráfica insular. Ha desarrollado proyectos vinculados al diseño para serigrafía como pretexto para continuar produciendo cartel cultural en el país, subraya Yumey en las palabras del catálogo de la muestra colectiva Carteles Cubanos. De la Isla para el mundo que, hasta el 31 de agosto, se puede visitar en la Galería Rubén Martínez Villena de la Plaza de Armas.

La muestra fue concebida originalmente para el Festival Art Kennedy Center y consiste en una retrospectiva representativa del cartel cinematográfico cubano desde los años 60 hasta la actualidad.

Se escogieron 28 obras, de una producción de casi 3 mil con que cuenta la Cinemateca, elaboradas por diseñadores emblemáticos como: Muñoz Bach, Reboiro, Antonio Pérez (Ñico), Rostgaard, Julio Eloy Mesa, Ascuy y Rafael Morante, así como importantes pintores que colaboraron con el ICAIC como son: Raúl Martínez, René Portocarrero y Antonio Saura.

Del proyecto CartelON fueron seleccionados doce jóvenes y talentosos creadores: Nelson Ponce, Alejandro Rodríguez Fornés (Alucho), Edel Rodríguez (Mola), Alberto Nodarse (Tinti), Miguel A. Castro (Monk), Michele Miyares Hollands, Raupa, Norberto Molina, Idania del Río, Liz Capote, Claudio Sotolongo y Marwin Sánchez.

Entre los autores que forman parte de la muestra, por sus carteles producidos en los 2000, figuran además: Pepe Menéndez y Víctor Junco.

Otra exposición vinculada al proyecto es La memoria diseñada. Carteles del ICAIC 1960-2017 que, hasta el 12 de agosto se puede visitar en la sala transitoria del segundo piso del edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes. Integran la muestra, documentales, libros y más de 200 carteles, producidos durante casi cincuenta años en Cuba.

Un fenómeno interesante —y que aún precisa de un serio estudio acadámico— es por qué, en la actualidad, algunos jóvenes cubanos comienzan a tatuarse en la piel fragmentos de carteles clásicos producidos por el ICAIC.

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