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La cordillera de Santiago Mitre, trampas, traiciones y apariencias

Por: Berta Carricarte

El thriller político es de los géneros más saboreados por el común de los cinéfilos. Su mezcla de realidad y ficción, necesariamente anclada en contextos predeterminados, casi siempre expresa de modo implícito o explícito, las opiniones de grupos sociales o las tendencias y los vericuetos políticos nacionales y/o internacionales, según sea el caso. El filme La cordillera, con un título de simbólica notoriedad, pudiera devenir un clásico del género en Latinoamérica.

Pero esta cinta, que tiende a producir cierta perplejidad en el público por su manera elíptica de contar la historia, tal vez desarrolla más que nada, el tema de las apariencias. El personaje del mandatario brasileño, es juzgado como un Napoleón con ínfulas dictatoriales; el argentino, parece un gobernante inofensivo, manipulable, presionable; su hija, parece una débil mental o una infeliz poseída por los demonios. Y así, personajes de cuerpo presente o aludidos en la narración, parecen hacer y ser lo que en realidad no son.

Según el filme, las nevadas cordilleras de Chile, sirven de telón de fondo a una cumbre latinoamericana, donde se moverán las fichas estratégicas que definirán las alianzas y los destinos geopolíticos de la región. Como un lobo en acecho, el espectro del gringo asomará su diabólica cornamenta, para amañar a su favor, las votaciones en el cónclave. Las posturas de los diferentes gobiernos aparentan, en un inicio, dar fe de las intenciones definitivas de cada estadista.

Por un lado,está la historia pública de Hernán Blanco, supuesto presidente de argentina; y por otro su historia familiar, que da definitivo color a su verdadera identidad como sujeto político y humano. Santiago Mitre y Marcelo Llinás elaboraron un guion que potencia la intriga en todos los niveles, y donde, por momentos, parece que la presencia fantasmal y neurótica de la hija del presidente, es un cabo suelto no más. La cinta, sin embargo, propone un significado diferente.

El elenco, de película: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Érica Rivas, Christian Slater, entre otros. Destacable a nuestro juicio resulta así mismo la dirección de arte, no solo por las complejidades superadas que implicó la construcción de un ambiente de alto perfil protocolar y de gobierno; sino también porque la historia sufre la transversalidad de un pasado que cada cual recuerda de modo diferente. En este caso, la ambientación no solo corresponde a una realidad inmediata, sino al apuntalamiento de un imaginario que va a enriquecer la interpretación de esa realidad. En ese sentido, fotografía y montaje fueron aliados inteligentes. Si algo es irrebatible en la película de Mitre, es la cuidadosa visualidad lograda, y el sentido de verosimilitud en la decoración y en el diseño de personajes (vestuario, maquillaje y accesorios).

Santiago Mitre, nació en Buenos Aires en 1980. A pesar de su juventud, es un experimentado guionista, que ha escrito para los filmes del destacado cineasta argentino Pablo Trapero: Leonera, Carancho, y Elefante Blanco. Tuvo un feliz debut en  2011 como director con El estudiante, y en 2014 dirige el  relato “JamSesion” del filme coral 7 días en La Habana.  Paulina (2015) fue su siguiente largometraje, con el cual demostró que todavía se hace en Latinoamérica un cine que merece el rótulo de nuevo, si ello significa continuar movilizando el pensamiento del receptor y plantear nuevas perspectivas, no solo en el tratamiento de los conflictos humanos, sino también en su enfoque ético, en consonancia con las complejidades y multilateralidades del mundo actual.La cordillerano necesariamente, se aleja de esa misma condición.

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