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Carlos Giménez, Un Gran Hombre Libre

Por: Haziel Scull Suárez

La imagen es una fuente de fidelidad histórica cuya utilización se considera tan acertada como la de la documentación escrita. La incorporación de lo visual, tanto como fuente -o vestigio, como los llama Peter Burker en su texto Formas de hacer historia- como el objeto de estudio en sí es gracias, en gran medida, a las nuevas tecnologías y técnicas de indagación que nos ha permitido ampliar los temas estudiados y enriquecido nuestras investigaciones.

Hoy, en muchos casos, lo icónico impregna grandes zonas de la investigación socio-histórica y se habla de cultura, sociología, antropología y comunicación icónica, los cuales, además, envían mensajes constantes desde su discurso, el español Román Gubern ha sido un excelente estudioso del tema.

Durante las décadas del 70 y 80 del siglo XX, España vivió un boom en su historieta que ha pasado a la posteridad como Edad de Oro del Cómic español. A la par, durante los últimos años de la dictadura del General Francisco Franco (1939-1975), comienza el surgimiento de un grupo de revistas que luego prestigiaran al “tebeo”[1], como es conocida la historieta en el país ibérico.

Este es el caso de El Papus y Totem. La posibilidad que dieron estas publicaciones en sus páginas a jóvenes artistas, sobre todo autodidactas formaron, con los años, a algunos de los nombres más reconocidos de la historieta española (Carlos Giménez, Josep María Beá, Enric Sió y Adolfo Usero[2]), aunque ya esa manera de contar se iba dando a conocer a través de artistas como Víctor de la Fuente y Jesús Blasco.

Hacía ya unas décadas España había recobrado “un poco más que discreto nivel de calidad y modernidad”[3], por lo cual ante el proceso histórico llamado Transición hacia la democracia[4] surgiría un nuevo ambiente para la realidad social, y por ende artística, que vivía el país, en la que humoristas gráficos e historietistas tuvieron una labor destacada con la reorientación de la visión tradicionalista que se le daba al cómic y su posterior conversión en un producto de masas. Un conjunto de estos artistas encontró en la reescritura de la historia a través de ellos una forma de contar (y a veces denunciar) la realidad española. Además, que el consumo de cómics estaba garantizado gracias al uso que le dio Franco como forma de propaganda, sobre todo a través de la revista de la Falange[5] Flechas y Pelayos[6].

Comenzado el siglo XXI estos autores de los 60 y 70, junto a otros que fueron formándose a su alrededor (Rubén Uceda, Ana Penyas, Ángel de la Calle), siguieron recreando el panorama político-histórico español en el cómic, agregándole a los trabajos la experiencia acumulada de los años que iban pasando. Es en este marco que la propia Transición hacia la democracia en España se convierte en un tema que comienza a verse interesante por las nuevas generaciones de artistas, sobre todo por la perspectiva desde la que se observa y analiza a más 40 años de sucedida.

Es muy importante leer como cada historietista entiende la Transición, sus protagonistas y hechos desde la configuración de su cotidianidad, lo cual luego traducen a sus cómics. Como se va transformando, a medida que se materializa, en algo risible y caricaturesco, lo que provoca que los artistas se vayan incluyendo en el nuevo ambiente democrático y cuenten las historias desde su visión personal.

Es el caso del dibujante Carlos Giménez (Madrid, 1941) y el guionista Ramón Tosa Fuentes, Ivá (Manresa, 1941-Briones, 1993). Son hombre al que las historias de la II República y la Guerra Civil le llegan muy de cerca. Su niñez y juventud transcurren durante el franquismo y su madurez se da a la par de la Transición. Por lo que tienen material de vida suficiente para transformar en arte estos periodo de la historia española.

Estos años, como era de esperarse, tuvieron importantes consecuencias para el desarrollo posterior de las creencias y valores de los españoles, sobre todo los culturales. La historiadora cubana María del Carmen Alba Moreno comenta sobre esto que:

El diario El País publicó el 3 de marzo de 1996 una “Guía para mayores de 30 años”, a fin de que fuese posible entender el lenguaje y las señas de identidad (jerga propia, gusto por determinados ritmos, músicas y grupos musicales, atuendo de cazadoras, sudaderas, vaqueros y botas, tatuajes, aros en la nariz y labios) de los jóvenes menores de 30 años, cuya subcultura prefería ante todo los cómics, los juegos de ordenador, los videoclips y el cine violento[7].

Es esa la misma idea que defiende el ensayista español Francisco Javier Alcázar Guijo, al hablar específicamente de los cómics durante esta época:

La Transición trajo importantes cambios a una España que había padecido una dictadura durante cuarenta años, ofreciendo a la ciudadanía nuevas libertades. Tras décadas de educación tradicional y represiva, los españoles sintieron un gran interés por estas publicaciones (…) respondiendo las editoriales con nuevo material acorde a los gustos del momento[8].

La desaparición del Ministerio de Información, órgano censurador de información y cultura durante el franquismo, fue un paso importante para entender la libertad cultural que se estaba dando en esos momentos. En mayo de 1976 aparece el diario El País en Madrid, en 1977 se suspende la censura de espectáculos y como corolario, el 4 de julio de 1977 se crea el Ministerio de Cultura, con amplia competencia en materia informativa y artística en general. La idea última y los fines de la cultura durante la democracia quedaron entonces muy claros: neutralidad cultural del Estado y reconocimiento del pluralismo cultural de la sociedad civil[9].

Es por ello que desde ese mismo momento, y hasta hoy, diferentes artistas han dado su particular mirada de la Transición y cada cual, a la par de la visión histórica, le adiciona su carga personal. Carlos Giménez, que probablemente sea quien más ha tocado el tema en sus trabajos, lo hace de una manera crítica y cínica a los convulsos problemas políticos y sociales que ella trae.  Se mueve también en esa idea de romper con una historia oficial hiperbólica y lejana retratando el momento, más como un reformismo franquista que mantuvo continuidad e influencia en la política actual.

Si tuviera que resumirse en una oración, diríamos que lo vió cómo algo sobredimensionado y que desde el primer momento se le representó con una aureola de superación al franquismo.

La historiografía producida sobre la Transición, entre la que pueden mencionarse El triunfo de la democracia en España[10], de Paul Preston; España. Franquismo y Transición[11], de Áurea Matilde Fernández; Los papeles secretos de Franco[12], de Jesús Palacios y España de la Restauración a la democracia. 1875-1980[13], de Raymond Carr, son obras excelentes para realizar un análisis y conceptualización del proceso surgido tras la muerte de Franco, sin embargo, no analizan de manera profunda la gran repercusión que significó este para el mundo artístico, sobre todo en el plano de las artes gráficas (dígase cómic).

Diferentes especialistas y teóricos, sobre todo modernos, han comenzado el análisis de la historieta como transmisora de ideología o educadora. Ese es el caso de la investigadora Francesca Llado Pol, quien en su “Colección Viñetas” dedicó su tercer tomo (en colaboración con la Universidad de Islas Canarias) al estudio de los cómics entre 1975 y 1984, aunque no desde la perspectiva histórica-analítica; sino desde su evolución artística en el panorama español en ese período de tiempo.

Igual la revista “Espacio, tiempo y forma” de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia madrileña, en su número 26, dedicó un amplio artículo a la relación que existe entre Cómics e Historia, firmado por Armiche Carrillo Delgado, en el que se expone:

Aunque tradicionalmente se consideró a los cómics como un simple entretenimiento juvenil, lo cierto es que en realidad constituyen una herramienta para la transmisión de concepciones ideológicas y valores[14].

Sin embargo, lo que se ha hecho por los historietistas durante estos años de Democracia no ha sido tema de estudio alguno, principalmente, porque aún se entiende la historieta como un fenómeno de la cultura underground, limitando su carácter de fuente histórica veraz, cuestión con la que discrepa el historiador Peter Burker en sus estudios sobre la imagen y su uso en la investigación histórica al decir: “La imagen es la recreación de la realidad que hace un artista, mediante diferentes formas de lo visual”[15].

La obra de Carlos Giménez trasciende lo artístico, cualquiera que sea la escogida. Como historietista ha sabido llevar la realidad social española a las páginas de los tebeos e impregnarla de una fuerte carga personal e intimista, pero sus historietas no han intentado influir en la visión e interpretación de la historia española, sino que se presentan como pasajes de vida que sucedieron e intentan enriquecer la percepción de la misma.

La idea del álbum España Una, Grande y Libre (Ediciones Glénat, Barcelona, 2001.), del cual la mayoría de los guiones salieron de la mano de Ivá, quien le impregna un fuerte componente crítico a la obra, es reseñar el proceso de la Transición, no a través de sus protagonistas popularmente conocidos, sino hurgando en la vida de los españoles de a pie, de uno y otro bando, y ayudar a formarse una visión global del proceso que enriqueciera el relato oficial desde otra perspectiva, aunque en todo momento de la obra utiliza la documentación histórica que le impregna a su trabajo la realidad del momento y en ningún caso tenemos un guión con errores o fallas. Aquí están recogidas, en formato de trilogía, las historietas que Giménez publicaba semana tras semana en la revista satírica El Papus entre julio de 1976 y octubre de 1977. Aprovechando la inmediatez de una revista semanal, plasmaron su visión del proceso en historietas de dos, o como mucho, cuatro páginas. En estas, se encuentran relatos que se acerca a lo periodístico y al reportaje crítico. Esta trilogía, al decir de Antonio Marín en el prólogo: “Constituye uno de los mejores documentos posibles sobre la marcha de la evolución política iniciada con la muerte de Franco[16]”.

Hay en ese libro una historia muy llamativa, entre tantas: Pasado perfecto del indicativo. Giménez, a través de un guion escrito por Ivá, recurre a la narración en retrospectiva para contar uno de los hechos más importantes de la Transición: las elecciones de 1977. En la obra El camino a la democracia en España, su autor Charles Powell, resalta que:

Los comicios del 15 de junio de 1977 pueden considerarse las verdaderas elecciones fundacionales del nuevo sistema democrático, ya que contribuyeron a deslegitimar al régimen autoritario a la vez que legitimaban a su sucesor.

Ahora, para entender este cómic, hay que entender la narración de Ivá, que en este caso utiliza un ritmo lento, reflexivo e intimista, que se combina con el dibujo crudo de Giménez, quien logra un protagonista ajado, delgado y silencioso. Un hombre que, según la secuencia de las viñetas, participó en la Guerra Civil, conoció el exilio, protagonizó atentados desde la clandestinidad y estuvo en la prisión. Y finalmente es amnistiado en 1976, concurriendo a las elecciones con un marcado desgano.

Es interesante como en la primera viñeta del cómic, Giménez es capaz de personificar la amplia participación y las expectativas que representaban estas elecciones, cuando dibuja en la larga fila que espera para ejercer el derecho al voto a monjas, hippies y amas de casa, todos con expresiones faciales muy alegres. Todos están ansiosos por votar, excepto el protagonista, quien íntimamente va repasando su vida hasta que se encuentra frente a la urna, se para al frente de ella y endurece aún más el rostro. Interpelado por los demás, vota y se aleja. Ya en la salida es llamado por el que suponemos fuera un antiguo compañero en la oposición, quien le pregunta su parecer de los comicios, a lo que nuestro protagonista responde: -Me ha sabido a poco.

En este cómic Giménez usa la insatisfacción de un hombre, desde la particularidad de su vida, para representar el sentimiento de muchos antifranquistas el 15 de junio de 1977. Utiliza la apatía y el desinterés individual para representar la actitud de un grupo  nada despreciable de los que fuero ese día a las urnas. La suciedad del trazo, la intensidad del trabajo con las manchas, la expresividad del personaje y su representación vienen a reforzar el estereotipo del cansancio y la fatiga política de varios antifranquistas ante las elecciones.

Los trabajos de Giménez, sobre los guiones de Ivá en la representación de un proceso como la Transición, pudieran ser considerados de los más interesantes que se han realizado en el cómic iberoamericano. La idea de transmitir una narración cargada de giros e interpretaciones, así como que el libro se haya transformado en volumen de carácter histórico es admirable.

Sus autores son hombres que vivieron en su niñez y juventud la realidad del franquismo y maduran en la propia Transición son, no solo con España: Una Grande y Libre sino con toda su obra, referentes del cómic histórico español.

La historiografía y los críticos especializados le deben aún investigaciones y tratados teóricos al cómic y sus aportes al universo de la cultura de masas en general. Profundizar en la relación que este pueda tener, como producto de fiabilidad histórica, con los documentos de archivo es también otra deuda.

La Transición es un tema contemporáneo y polémico, que a pesar de las numerosas investigaciones realizadas le sigue faltando análisis; sobre todo por las disímiles maneras con que es vista, y por estar aún con vida muchos de sus protagonistas, la convierte en algo sensible en la sociedad actual.

Esto sería realizable desde la propia historia social y cultural, así como desde las miradas a las mentalidades, logrando la interdisciplinariedad en la tarea de reconstruir el pasado y la búsqueda de una comprensión más profunda de las sociedades por medio del análisis de las raíces más ocultas de las actitudes y los comportamientos humanos.


[1] Toma este nombre por la revista de cómic TBO, una de las más antiguas de España.

[2] Miembros del grupo de historietistas Creaciones Ilustradas.

[3]Juan Pablo Fusi, citado en: Historia de España Moderna y contemporánea (Compilación de María del Carmen Alba Moreno). Editorial Félix Varela, La Habana, 2015.pág 201.

[4] Transición hacia la democracia en España: Proceso político-social y cultural que sucede tras la muerte del General Francisco Franco, durante el cual se restablecen los derechos y garantías políticas al pueblo español.

     [5] Falange Española. fue un partido político de ideología fascista fundado el 29 de octubre de 1933 por José Antonio Primo de Rivera. El 15 de febrero de 1934 FE se fusiono con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), denominándose el nuevo partido Falange Española de las JONS (FE de las JONS)

[6]Flechas y Pelayos (1938-1949): Revista infantil de historieta editada por la Falange Española, dedicada al adoctrinamiento y propaganda del régimen franquista en sus primeros años.

[7]Juan Pablo Fusi, citado en: Historia de España Moderna y contemporánea (Compilación de María del Carmen Alba Moreno). Editorial Félix Varela, La Habana, 2015. pág. 205.

[8] Alcázar Guijo, Francisco Javier. “Los tebeos eróticos de la Transición” en Revista de estudios sobre la Historieta. Número 2, 2012. pág. 2.

     [9] Juan Pablo Fusi, citado en: Historia de España Moderna y contemporánea (Compilación de María del Carmen Alba Moreno). Editorial Félix Varela, La Habana, 2015. pág. 202.

[10] Paul Preston. El triunfo de la democracia en España. Grijalbo Mondadori, Barcelona, 2001

[11] Fernández, Aurea Matilde. España. Franquismo y Transición. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2016.

[12] Palacios, Jesús. Los papeles secretos de Franco. Editorial Temas de hoy, Madrid, 1996

[13] Carr, Raymond. España de la Restauración a la democracia. 1875-1980. Editorial Ariel, Barcelona,

1995.

[14] Carrillo Delgado, Armiche. La historieta como transmisora de ideología: España: Una, Grande y Libre (Carlos Giménez). En: Revista Espacio, Tiempo y Forma, No 26. pág. 297.

[15]Burker, Peter. Formas de hacer historia. Alianza Editorial, Madrid, 1996. pág. 26.

[16] Ídem. pág. 3.

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