Cultura y sociedad

Arte teatral: reflejo de nuestras sociedades

Por: Maya Quiroga

Teatro, Sociedad y Resistencia son tres términos que se escuchan por estos días en la voz de quienes asisten al 17 Festival de Teatro de La Habana

¿Cómo cambiar los flujos de una ciudad y hacer aparecer otros cuerpos en el escenario? Se preguntaba el creador y profesor mexicano Rubén Ortiz en la conferencia magistral Escena expandida o el retorno de lo político, que ofreció en la sala Abelardo Estorino del Ministerio de Cultura, como parte del evento teórico del 17 Festival de Teatro de La Habana (FTH).

En un contexto signado por la violencia, las desapariciones de seres humanos, los mensajes intimidatorios de los grupos que ejercen el poder, el asesinato de periodistas, gestores culturales y líderes sociales, el feminicidio, el narcotráfico, la poca asistencia del público a las salas de teatro, el recorte a las subvenciones teatrales, resulta urgente pensar en otras formas escénicas, advierte el profesor Ortiz.

Para ello tenemos que desmitificar la idea de que solo los artistas pueden hacer arte. Todos los seres humanos ejercemos teatralidades pero el teatro se ha erigido en un monopolio de la representación donde se invisibiliza el trabajo de quienes no aparecen ante el público.

En ese sentido, el profesor Ortiz aboga por la imbricación entre arte y comunidad. Así nació una suerte de proyecto comunitario que lleva por nombre La comuna: revolución o futuro.

El proyecto lo integran teatristas, un historiador urbano, un arquitecto y un antropólogo y tiene como objetivo ejercer la práctica teatral desde espacios no convencionales e involucrar a la población, de manera activa, como observadora participante, para sacar a flote problemáticas sociales como el abuso y el acoso sexual, la discriminación por género o preferencias sexuales y la memoria colectiva, entre otras.

Con similares presupuestos ha trabajado, en los últimos veinticinco años, Teatro de los Elementos, de Cumanayagua, Cienfuegos, un colectivo liderado por José Oriol. Los Elementos tiene como centro de acción las zonas montañosas de la cordillera de Guhamuaya, conocidas como Plan Turquino, comunidades y asentamientos de montaña y otros poblados.

A partir de una profunda investigación han logrado acompañar la vida cultural cienfueguera así como representar a la provincia en disímiles festivales y giras nacionales e internacionales.

En reconocimiento a esa labor socio comunitaria, de manera excepcional, los teatristas acreditados en este FTH visitaron la sede de Teatro de los Elementos, para apreciar in situ la obra Montañeses, del dramaturgo Atilio Caballero, dirigida por José Oriol.

Ambientada en un escenario natural, a lo largo de 120 minutos, la obra realiza un llamado de alerta acerca de la importancia de no olvidar el pasado para no cometer los mismos errores en el presente o el futuro.

Montañeses centra la mirada en un proceso extraño, violento y visceral como fue la lucha contra bandidos en las serranías cubanas, durante la década de 1960. El punto de vista se coloca en los ojos de los cientos de campesinos que fueron desplazados de sus hogares, para evitar que tuvieran contacto con las bandas que operaban en las montañas.

“Desde el bohío, un ranchón, el río y la espléndida arboleda hasta el anfiteatro donde se cierra la obra. Todos los sentidos funcionan durante la puesta en escena. Los sonidos del campo, los animales integrados al escenario atípico y el café recién hecho en un colador enorme que es compartido con el público durante uno de los cuadros”, dice el periodista Kryster Álvarez a propósito de Montañeses.

Arte, vida y trabajo se articulan en estas dos propuestas: La comuna, de México y Teatro de los Elementos, de Cumanayagua, en Cienfuegos.

Esos presupuestos también movilizan al actor y dramaturgo uruguayo Iván Solarich quien en su intervención en el foro Contextos –donde se debatió en torno al tema ¿Qué podemos hacer hoy?–, invitó a los presentes a meditar acerca del arte teatral como reflejo de nuestras sociedades y expresión de estos tiempos que corren porque, a fin de cuentas, los teatristas no viven encerrados en una urna de cristal.

“Me gusta el lema del festival: Teatro, Sociedad y Resistencia”, afirma Solarich, quien estrenó, en la sala Adolfo LLauradó del Centro Cultural Vicente Revuelta, el aplaudido unipersonal. No hay flores en Estambul.

Resistir desde la cultura, es el llamado de los teatristas presentes en esta cita porque como asegura Agustín Meza, líder de la Compañía de Teatro El Ghetto, de México: “Estamos siempre trabajando a contracorriente. Creemos en la utopía. Nos dedicamos a materializar sueños”.

La Compañía de Teatro El Ghetto presenta, desde hoy y hasta el viernes a las 7 de la noche, dentro de la Casona de Línea la puesta titulada La arquitectura del silencio-homenaje escénico a Andrei Tarkovsky, una obra que no parte de un texto dramático tradicional, ni cuenta una historia con personajes convencionales. Es un poema escénico que sucede en algunos laberintos de la memoria y de lo ausente. En ella está presente el silencio, la verdad y el teatro.

 

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