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Leocadia, El Hermano José y la espiritualidad cubana

Por: Haziel Scull Suárez

Foto: Radio Habana Cuba

La espiritualidad del cubano ha estado influenciada por las diferentes corrientes de la religiosidad de cada pueblo que dio su aporte al proceso de transculturación a lo largo de la formación de la nación. Desde los primeros tiempos el ser cubano tuvo una relación directa con el fenómeno religioso­-espiritual que fue haciéndose espacio entre la población que ya no se consideraba española ni aborigen ni africana.

Hablar del espectro místico de estas culturas sería ahondar en campo trillado por profundos estudios antropológicos que tuvieron su cenit en los trabajos de Fernando Ortiz a mediados del siglo pasado. Aunque destacar la importancia del proceso sincrético que se da a lo largo de los primeros años de la colonia no está de más, si notamos la persistencia de estas tácticas de camuflaje espiritual en la práctica mística actual. Por lo que el culto religioso popular, no apadrinado por institución alguna, se ha convertido en verdadero espacio para el surgimiento de expresiones curiosas y mixtas a lo largo de todo el país.

Este es el caso del espiritismo (kardeciano o de cordón) que se practica sobre todo en el oriente del país, amparado en cultos aborígenes ancestrales[1]. Este se fue conformando a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, siendo la expresión sincrética de la doctrina del espiritismo clásico, al que fue agregándose elementos de las doctrinas católica y africana.

Un hecho trascendental, desde lo social, lo religioso y lo antropológico, es el culto al Hermano José, que no es más que la expresión de lo que se ha venido hablando a lo largo de estas líneas: el amplio y variado mundo del sincretismo religioso cubano. Es este particular la celebración de un ritual en el Cementerio Cristóbal Colón, de La Habana, a una de las figuras más interesantes del espiritismo cruzado, el Hermano José[2], quien se proyectó en el plano terrenal a través de una de la médiums más prestigiosas de la Cuba contemporánea, Leocadia Pérez Herrera[3].

Lo interesante en esta suerte de expresión de fe, es como dentro del campo ritual, varios practicantes de diferentes cultos/religiones, se han nucleado alrededor de algo que trasciende lo puramente ritual y que por su carga emotiva es capaz de romper las barreras impuestas en los diferentes cultos cubanos de origen africano.

A partir de la etnografía, se ha planteado entender como este culto ha sido capaz de aglutinar en torno a sí mismo personas de tantas y diferentes tendencias religiosas.

Debemos ubicarnos el 19 de marzo[4], día que se realiza el violín, devenido ya ritual, que se le dedica al Hermano José en el Cementerio Cristóbal Colon, para realizar el estudio de campo.

Un ritual de la envergadura del que se celebra cada 19 de marzo no ha podido ser pasado por alto a sociólogos o antropólogos. En él se unen elementos de diferentes corrientes religiosas que tienen fuerte arraigo en Cuba.

Al llegar al lugar comprendemos que el acto central es muy sencillo y austero, aunque cargado de un misticismo poco común:

Se reúnen los creyentes, entre los que se encuentran diferentes personas de variados cultos con preponderancia de los de origen africano, los cuales hacen una fila que va rodeando la bóveda, a la vez que tocan cada una de las cuatro aldabas. El clímax de la ceremonia es cuando se puede escuchar una serie de interpretaciones de piezas de violín. Este pequeño concierto siempre culmina con La bella cubana[5], obra que particularmente era la preferida de la médium en vida.

Tras esto los representantes de la familia realizan un pequeño agradecimiento verbal y depositan flores en la bóveda, cosa que hacen, luego, cada uno de los participantes. Muchos de ellos toman ron o aguardiente, fuman tabacos y realizan ofrendas de tipo monetario.

He aquí el sucinto relato etnográfico sobre lo que sucede el 19 de marzo en el Cementerio de Colón.

Sin embargo, pese a ser un ritual que no tiene ni utiliza elementos de la cultura religiosa africana en específico, encontramos entre los entusiastas espectadores a un considerable número de seguidores de la Santería, el Palo Monte y  miembros de la Sociedad Secreta Abakuá[6].Esto, lejos de desdorar, convierte el acto en una actividad intercultural y dinámica, en la que se va generando un enriquecimiento digno de un estudio más serio y abarcador, que incluiría como el pueblo cubano traduce su propia fe y creencias desde lo sincrético. Es por eso que ya el Hermano José ha pasado a Taita José, en una mezcla de terminología africana y el mantenimiento del catolicismo presente en cada uno de los actos litúrgicos cubanos.

En el imaginario popular son muchos los milagros y variadas las anécdotas que se tejen alrededor de la figura de Leocadia y el espíritu que por ella transitaba. Ambos se han ido convirtiendo en figuras integrales del folclore y la cultura cubanas.

Se cuenta que iluminó al General Batista[7] para que construyera la famosa y enigmática puerta secreta por la que se supone haya escapado el 13 de marzo de 1957[8] y que haya viajado, por orden del propio Presidente en el vagón presidencial. Inclusive se ha rumoreado que en los primeros años de La Revolución Cubana algunos dirigentes fueron a preguntar por “el futuro del país” a la famosa médium.

Su entierro, el 3 de agosto de 1962, fue una demostración inmensa de fe, que ha sido constante en el tiempo y en diversos lugares del mundo, sobre todo en La Habana y Miami, donde se encuentran gran parte de sus seguidores.

Sin embargo más allá de todo lo que pudiera analizarse desde lo antropológico, y aquello que irradiara de análisis y lecturas, algo que sí es real y constatable a simple vista es como hoy se mantiene la fe mayoritaria que el pueblo le profesa al espíritu, las constantes peregrinaciones al panteón del Cementerio de Colón[9] y las promesas cumplidas que aseguran los creyentes.

Si se recorre el país seremos testigos que el culto a Leocadia y el Hermano José no es exclusivo de una provincia, zona o región, ni tampoco de un grupo socio-cultural específico. Su nombre viaja a lo largo de la isla y se funde con toda la carga religiosa de un pueblo sincrético y supersticioso que reinterpreta constantemente su espiritualidad.

En este caso veremos como determinadas personas asumen al espíritu como un negro congo, un cimarrón o un esclavo liberto que se dedicaba a la adivinación. Esta versión (la más extendida) es la que explica por qué tantas personas que practican la religión yoruba asumen a José como una advocación más del amplio espectro yoruba.

El culto al Hermano José ya ha pasado de una cuestión específica del espiritismo habanero a un elemento de la religiosidad nacional y sobre todo popular, en tanto cada cubano lo asume y lo reinterpreta desde su propio entendimiento subjetivo. Aún las personas acuden a su misteriosa forma de hacer milagros, clamando a su misericordia y realizándole promesas.

En él, al no existir vicios de las diferentes tendencias cubanas de origen africano, se ha encontrado una zona de paz y milagro. Este culto tampoco utiliza gastos materiales, horario o es estricto con los creyentes. Es sencillamente el uso de la fe y el contacto a través de lo puramente espiritual. He aquí la razón por la que tantas personas lo asume como parte de su existencia.

Se dice que la tríada religiosa cubana está compuesta por Chango[10]/Sta. Bárbara[11], Oshun[12]/ Virgen de la Caridad[13] y Babalú Ayé[14]/San Lázaro[15]; sin embargo se ha de considerar la carga importantísima que está en el imaginario insular de los santos/humanos como son La Milagrosa[16] y la propia Leocadia, ambas mujeres alrededor de las cuales se han tejido un halo fortísimo no solo de subjetividad, sino de sincretismo y folclore, siendo elevadas a lo más alto del Olimpo socio-religioso cubano.

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[1] García Molina, José Antonio; Garrido Mazorra, Mercedes, Fariñas Gutiérrez, Daisy. Huellas vivas del indocubano. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007. p.219.

[2] Con el paso del tiempo la manera original de llamarlo se ha transformado a Taita, Ta´ o Hermanito José.

[3] Leocadia Pérez Herrera (¿1893?-1962) médium habanera que fue el último instrumento terrenal utilizado por el Hermano José.

[4] Según el Santoral católico, día de San José

[5] La bella cubana, es una pieza de violín que fue escrita por José White El Paganini Negro en 1853. siendo considerada una de las más divulgadas de las realizadas por el músico.

[6] Grupos socio-religiosos con mayor representación de los llegados precedentes de África durante el periodo de la colonización.

[7] Fulgencio Batista y Zaldívar (1900-1973) General y Presidente de Cuba en dos periodos (de 1940 a 1944 y luego como Dictador, de 1952 a 1958).

[8] Ese día un comando del “Directorio Estudiantil Universitario”, asalto el Palacio Presidencial y tomó el control de la emisora de “Radio Reloj”.

[9] Este panteón se encuentra en el Cuartel SE 18 Campo Común (Calle 9 e I)

[10] Santo Yoruba del fuego, el rayo, el trueno, la guerra y los tambores batá.

[11] Santa y Mártir Católica que vivió en Nicomedia (Turquía). Simbolizada por una espada (el martirio) y una capa roja (la fe).

[12] Santa Yoruba del amor y la sensualidad, protectora de las embarazadas y curandera.

[13] Advocación de la Virgen María, proclamada por la Iglesia Católica como Patrona de Cuba.

[14] Santo Yoruba  de la misericordia, la justicia y el socorro.

[15] Santo y Mártir Católico que vivió en la Betania del primer siglo.

[16] Amelia Goyri de Adot (1879-1901) Habanera que murió a consecuencia de una complicación en el parto y alrededor de la cual se creó una leyenda que cuenta como algunos años después al efectuarse la exhumación del cadáver, el cuerpo estaba conservado y sostenía en brazos al bebito momificado, por lo cual su tumba se convirtió en centro de peregrinación para embarazadas y madres recién paridas que piden salud y buenaventura en el parto.

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