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Asterix y la parodia de las identidades. La relectura de un icono.

Por: Haziel Scull Suárez

   En el año 2008 el escritor y crítico francés Nicolas Rouvière[1] publicó el volumen Asterix o la parodia de las identidades[2], donde plantea como este personaje mundialmente conocido del cómic francés, inspirado en personajes de la historia europea del año 50 a. C, utiliza los elementos de la imagen como forma de representación histórica. En el análisis que hace el autor, identificamos el amplio trabajo cultural que realizaron los creadores de este cómic, que buscaba hacer frente al expansionismo de los trabajos que se hacían en Norteamérica, los cuales encabezaban los superhéroes, máximos promotores de la vida en los EUA durante las décadas del 40 y 50 del siglo pasado.

 Esto lo lograron mediante la utilización de los elementos centrales de la cultura francesa, fundamentalmente la historia. Como trasfondo de estos cómics, existe una circunstancia remarcable y muy personal: el origen inmigrante de los autores (René Goscinny[3], hijo de un judío polaco y Albert Uderzo[4], hijo de italianos).

Como destaca el autor, en sus creaciones siempre está presente la cuestión del encuentro con “los otros”, es decir, con los ajenos a la cultura propia, un proceso que vivieron ellos en primera persona durante su infancia y luego marcó el resto de su existencia. En este sentido la cuestión de las identidades estaba muy presente en su obra, aunque no desde la perspectiva nacionalista, sino fundamentalmente paródica, lo que contribuyó al rechazo de elementos exclusivistas, agresivos o xenófobos en su obra. La historia del pasado galo se convirtió en una plataforma para la crítica de su propio tiempo y para catalogar los lugares comunes en torno a los países vecinos, no con pretensión de afirmar la diferencia, sino para reírse de ella y facilitar así el encuentro con “lo ajeno”. En el fondo, se desarrolla un discurso universalista, por encima de las diferencias y las identidades, que sería el elemento central en el éxito de Asterix.

El libro se divide en tres partes, la primera dedicada al trasfondo histórico sobre el que se construyeron los personajes y las situaciones, se analiza la construcción de un pasado al que se parodia recurriendo a los estereotipos acuñados en los libros escolares de la III República[5]. Una representación que parte de un conocimiento cuidadoso de la época, pero también de las representaciones que se construyeron para la unificación del territorio francés tanto en lo físico como en lo mental.

Se plantea el autor la asociación entre el druida Panoramix y la figura del maestro, laico, poseedor del conocimiento y transmisor de la razón y el patriotismo, este es el tipo de personaje que representa al formador del futuro, en un momento donde Francia tanto lo necesitaba, pues la salida de la II Guerra Mundial le exige una revaloración de su nacionalidad. Por lo que de entrada, parodian la asociación entre la Galia y Francia, con un mapa que es una puerta de entrada a la fantasía con base histórica. Además, la zona donde se asientan los irreductibles galos forma parte de los territorios más hostiles a la unificación y centralización, tanto a fines del siglo XVIII frente a la Revolución, como incluso en la aparición de un autonomismo bretón en la segunda mitad del siglo XX. Este es, además, un territorio con idioma propio y en él se estableció con fuerza la asociación entre bretones, celtas, menhires y galos.

El Vercingetórix[6], vencido a los pies de César en la historia real, se convertía así en la encarnación del mito unificador galo, superador de unas divisiones que incluso en 1961 eran más que evidentes. Eran los romanos los que traían la modernidad y aunque a regañadientes, se les aceptaba también como barrera frente al verdadero enemigo, los germanos, actualizando el recuerdo aún reciente de la invasión nazi. Sin embargo, ante cualquier radicalismo o la reivindicación del uso identitario, surgía la comicidad que suprimía cualquier trascendencia y, de hecho, buenos y malos, culpables e inocentes, categorías tan queridas por los discursos del esencialismo nacionalista, se difuminaban en la parodia. Así, frente al líder galo representado como un guerrero alto, musculoso y rubio, Asterix era pequeño, narizón, poco atractivo y estereotípicamente, nada heroico. Al igual que Obelix o cualquiera de los integrantes de la aldea donde vivían, caricaturas del francés medio.

Esta forma de representar lo histórico desde lo gracioso y lo irónico es lo que ayudó a que no se llegara a una tendencia chauvinista en la mente de los niños franceses, lo que también explica el éxito del cómic, pues en este nunca se logra identificar un carácter de odio por lo extranjero, sino más bien se adivina un aire de curiosidad por lo ajeno.

En este sentido, la segunda parte trata de analizar la imagen que en Asterix se ofrece de la Francia estereotipada por la imaginería de fines del siglo XIX, aún tan presente en los años sesenta.

En todos los cómics de Asterix es posible identificar los estereotipos de las diversas regiones francesas, despojados de cualquier esencialismo, pero factores diferenciales frente a la extendida idea de la existencia de un rasgo nacional, el espíritu galo, que unificaría a los habitantes del espacio francés a través del tiempo y las diferencias locales. Resaltar las particularidades regionales (sobre todo las gastronómicas y las folklóricas) en tono de broma, caricaturizándolas, serviría también para criticar la existencia de un carácter nacional inmutable a través del tiempo sin caer en el exceso de la afirmación esencialista de lo local.

 Además, la crítica burlesca y amable se extendería también a la situación social, de la que se atacaría lo referente a la estandarización de las costumbres, la dominación y diferenciación social y económica, el intervencionismo político, pero siempre desde una perspectiva ajena al activismo y defendiendo un modelo como el encarnado en la aldea gala: integrador, igualitario y pacífico.

En esencia se defiende un orden social y moral que la sociedad francesa desea mantener. Entra en este momento el análisis de Asterix como un cómic de adoctrinamiento. El conocimiento de una Francia diversa, pero única, reconociendo en ella pluralidad de pueblos, provoca una idea de Nación que no tiene que llegar a la doctrina vecina de Franco en España. En Francia existe un clima de consenso entre los pueblos que le da el éxito a la misión de Asterix. Esto fue muy útil, sobre todo en los niños y jóvenes, hijos de una era de posguerra, donde la mentalidad de revolución y enfrentamiento al sistema tuvo hechos tan intensos como el Mayo francés del 68[7].

La representación de los franceses en imagen es también un punto importante, ya lo hablaba el autor al describir no solamente a los protagonistas, sino a todo el abanico de personajes que interactúan en las diversas historias. Nada de rubios altos y fornidos, sino una amalgama de trigueños, obesos o delgados en extremo, que solo reciben la fuerza cuando toman la poción mágica. Ellos, a diferencia de los héroes de cómics estadounidense, no tenían la fuerza o el súper poder en sí mismos. Este tema es muy interesante, porque la poción solo se hacía cuando era necesario y todos debían beberla juntos, una sola cucharada. Esto representaba de una manera muy interesante y humorística, la unidad del pueblo francés en plena guerra fría y como la unidad nacional es esencial, evitaban los artistas que resurgiera el ambiente desagradable de la República Vichy[8].

     La tercera parte hace referencia a la identidad de los no franceses  (fundamentalmente  sus vecinos británicos, españoles y griegos) hasta 1977, año de la muerte de Goscinny, y más allá del viejo continente en los últimos cómics publicados, cuando lo europeo tenía más rasgos comunes que diferenciales y había que buscar la otredad más allá de las fronteras comunitarias. Son estos los cómics donde Asterix se desplaza al África y a América.

 En cualquier caso, la caracterización de los integrantes de otros territorios se realizaba recurriendo a componentes onomásticos y físicos simplistas que permitían una rápida caracterización y sobre todo la identificación de rasgos estereotipados. Sin embargo, en ella no se trataba de capturar la esencia nacional ajena, sino que buscaba el estereotipo mediante el cual los otros eran reconocibles, es decir, trataba de localizar las construcciones culturales que a ojos de los lectores fuesen más evidentes, esto provocaría una facilidad inmensa a la hora de identificar a los extraños. No es raro, por tanto, que recurran a elementos propios de la propaganda turística, en un marco económico y social que facilitaba cada vez más el viaje como parte integrante del ocio vacacional.

 Esa es la imagen que se recoge de España, pintada con los tópicos del flamenco, los toros y los gitanos, pero no como forma de identificar la identidad española, sino con la parodia anacrónica de esta imagen estereotipada y por tanto falsa, construida históricamente. Algo así sucede con el cómic de Asterix en Bretaña, cuando los personajes, llegada las 5 de la tarde, detenían el combate para tomar el té.

Otro elemento que los autores explotan a lo largo de los cómics es el uso de la lengua que ellos consideran como algo central para captar el esencialismo identitario, que en los viajes de Asterix y Obelix aparece identificada por el recurso a sus elementos más tópicos y al uso de unas grafías que tratan de mostrar la diferencia y que provocan efectos humorísticos; como es el uso del alfabeto gótico para los germanos, o de letras atravesadas por una barra para representar las lenguas nórdicas. Interesante es el cómic de Asterix y Cleopatra, cuando en cada momento que un egipcio habla, se le vuelve jeroglífico el globo de texto.

  Goscinny y Uderzo se mueven en la cuerda de que la mirada al otro parte necesariamente de nuestra propia cultura, en los cómics de los irreductibles galos cabe ver una pensada parodia de los estereotipos que los franceses han construido sobre sus vecinos a lo largo de siglos de historia y conflicto, de su etnocentrismo, pero matizado por el aprendizaje que cada viaje supone.

Por encima de los elementos nacionales, interpreta Rouvière, la serie de Asterix defendería valores más amplios, y especialmente el principio de civilización de acuerdo a los modelos establecidos en la III República francesa: tolerancia, libertad, laicismo. El universalismo de la civilización serviría como nexo entre lo nacional y lo global, garantizando el carácter policéntrico del universalismo europeo.

A lo largo de su estudio, Rouvière nunca marca la diferencia entre el uso de la imagen y su utilización como componente de la historia y la realidad objetiva de que lo que se analiza es un cómic, o una serie de cómics, con un personaje central que resume en sí mismo la mitología europea de la posguerra. No está hecho Asterix para divertir solamente, su función visual aporta a lo que el Estado francés deseaba como ideología para sobrevivir en ese espacio convulso que era la Europa dividida por un muro físico e ideológico.

 La imagen se convierte en propaganda y Asterix vende a Francia (aún lo hace) desde lo subjetivo, la resistencia gala es inspiración para los jóvenes que creen bajo su influencia y sobre todo Asterix se hace la cara del pueblo francés.


[1] Nicolas Rouvière. Profesor de la IUFM de la ciudad de Grenoble (Francia) e investigador francés. Autor de numerosos artículos sobre el cómic. Premio “Le Monde”, 2006.

[2] Rouvière, Nicolas. Asterix ou la parodie des identités. Éditions Flammarion. 2008.

[3] Rene Goscinny (1926-1977) Escritor y editor de cómics francés. Creó, junto al dibujante Albert Uderzo, el personaje de Asterix el galo.

[4]Albert Uderzo (1927-2020) Dibujante de cómics francés. Creador, junto al guionista Rene Goscinny, del personaje de Asterix el galo.

[5]III República Francesa. Fue un régimen republicano que tuvo lugar en Francia entre los años 1870 y 1940.

[6] Vercingetórix. Líder de una revuelta de los galos contra los romanos durante la última fase de la Guerra de las Galias de Julio Cesar.

[7] Mayo  de 1968 en Francia. Se le nombra Mayo del 68 a la cadena de protestas que se llevaron a cabo en Francia y, especialmente, en Paris durante los meses de mayo y junio de 1968.

[8] República de Vichy. Nombre común del Estado Francés (zona de ocupación nazi) durante la II Guerra Mundial.

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