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Héctor Noas es determinación

                                                  

Por: Valia Valdés

Héctor Noas ha saltado barreras para llevar adelante su propósito de ser actor. Dejó atrás la Academia Naval y trabajó de madrugada en empleos mal remunerados, mientras cursaba un taller de actuación en el ICAIC, liderado por el Premio Nacional de Cine, Enrique Pineda Barnet. Esa decisión impulsó su debut cinematográfico en cortometrajes dirigidos por Jorge Luis Sánchez y Miguel Torres.

Intervino en el filme de Pineda Barnet Tiempo de Amar; en Ecos, de Tomás Piard, y cursó la Licenciatura en Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte, donde se graduó con Diploma de Oro. Graduado de Actuación en 1988, el intérprete se preguntó qué hacer con tanta teoría. Paulatinamente, llegó a las siguientes conclusiones:

No te puedes convertir en un actor absolutamente teórico porque todo no puede ser teorizado. Tienes que dejar algo a la imaginación, a la improvisación, a lo que no puedes controlar, porque sino te vuelves una máquina.

Aunque realmente sus primeras actuaciones en televisión casi lo hacen claudicar, al sentirse insatisfecho con sus resultados, fue en la serie televisiva De tu sueño a mi sueño, dirigida por Eduardo Moya, la radio dramatizada y en el Grupo de Teatro El Público donde encontró oportunidades de adquirir las herramientas actorales, hasta alcanzar el reconocimiento con el cortometraje First y los seriados televisivos: Día y Noche, El año que viene, Entre Mamparas y Shiralad.

En 1998 viajó a España con El Público, como protagonista de los espectáculos “Calígula” y “El Público”. Al concluir la gira participó en casi trescientos capítulos de la serie Calle nueva, producida por Televisión Española.

Sin perder contacto con Cuba, se integró a la vida teatral española con la puesta en escena de “Missery”, junto a Beatriz Carvajal, y se vinculó a compañías independientes. Intervino en un documental dirigido por Harold Sánchez, con escenas de ficción sobre la vida de Antonio Machín, y participó en la película de Alexis Valdés, El Rey en La Habana, y en la coproducción internacional El baile de San Juan.

Noas resume así su paso por la cinematografía nacional:

En los años 90 intervine en filmes como: Boceto, Tierra Índigo, Mambí, Kleines Tropicana; y en los 2000 renuncié a otras propuestas en España para actuar en filmes como: La Pared, Los dioses rotos y La anunciación. Siempre he pensado que Cuba es mi sitio, mi lugar natural, el que me permite nutrirme del arsenal de vivencias personales que el actor necesita.

Héctor recibió el Premio al Mejor Actor en Cine del Festival de Rainbow de Ceará, en Brasil 2012, por la película Verde Verde, y el Premio Caricato que entrega la UNEAC por su actuación en Los dioses rotos. Este reconocimiento lo obtuvo además por protagonizar el montaje teatral “Tío Vania”, y el cortometraje El y ella, del filme cubano Cuentos de un día más, dirigido por Yoel Infante.

Tras el éxito de Conducta, el actor colaboró una vez más con Ernesto Daranas en el largometraje Sergio y Serguéi, donde debió interpretar un cosmonauta soviético.

 ¿Cómo fue su experiencia con el idioma ruso y la presentación del filme en festivales cinematográficos?

“Estudié ruso como asignatura en el Instituto Superior de Arte durante un año, pero no soportaba el idioma. Para realizar la película tomé clases de lengua rusa durante cinco meses y trabajé luego en el set con una coach que me ayudó con el patrón entonativo. Cuando presentamos la película en Rusia, los espectadores aceptaron mi manera de hablar su lengua, aunque no lograban definir de cual región era mi acento.

 “Me correspondió hacer la publicidad de la película y presentarla en distintos festivales, lo que me aportó experiencias increíbles como resultado de los conversatorios con el público y sus reacciones”.

¿El doblaje ha resultado una dificultad para usted?

“El doblaje de mi propio trabajo hasta ahora ha sido favorable, porque siento que mejora mi actuación. Hice mucha radio, por lo que reconozco la importancia del manejo de la voz. Cuando vi la versión editada de Los dioses rotos, identifiqué los matices que podía aportarle al personaje desde el doblaje. Lo mismo me ha sucedido con otros filmes”.

¿Puede referirse a sus últimas actuaciones en la televisión nacional?

“Participé en el serial Tras la Huella, en el caso de tres capítulos “A la roca”, dirigido por José Víctor Herrera, y en la telenovela El Derecho de Soñar.

“El director Alberto Luberta me llamó al iniciar el proyecto de la telenovela, pero yo estaba complicado con otros compromisos. Más tarde, me propuso un rol diferente, que aparece a partir del capítulo treinta y cinco. Me interesó la propuesta porque he trabajado con Luberta en varias ocasiones y siempre resultó muy bien. Me sentí motivado por este homenaje que se le ha hecho a la radio, un medio muy cercano, al que le debo mucho en mis inicios.

“En El Derecho de Soñar tuve el placer de trabajar una vez más con Verónica Lynn, una actriz que adoro y con la que tengo una relación muy linda, muy cercana. En el filme La Anunciación de Enrique Pineda, Verónica y yo fuimos madre e hijo. Ese vínculo nos unió más. También pude compartir escena con Jorge Martínez y Luis Rielo, un actor emblemático de la televisión y un ser humano increíble.

“Mi personaje llega a introducir un conflicto inconcluso del pasado. Logramos una atmósfera muy interesante, de intriga, pues se desconoce quién soy o mis intenciones. Me resultó muy agradable el trabajo, fluyó muy bien y estoy esperando la salida en pantalla y la reacción del público”.

¿Se siente complacido con las más recientes producciones foráneas en que ha intervenido?

“He tomado parte, en los últimos tres años, en varios proyectos para las plataformas digitales: el primero fue El grito de las mariposas, serie de trece capítulos estrenada en Star Plus.

El grito de las mariposas es una serie basada en el asesinato de las hermanas Mirabal en Santo Domingo, durante la dictadura trujillista. Es una realización de la que me siento muy orgulloso. Su creador y coordinador general fue Juan Pablo Buscarini. La historia está compuesta por dos tramas fundamentales, a cargo de los directores Mariano Hueter y Leonardo Ipiña, quienes evidenciaron un conocimiento muy completo del género y el ritmo cinematográfico”.

¿Cuál fue el personaje que interpretó en ese audiovisual?

“El hermano del dictador Rafael Trujillo, José Arismendy (Petán) Trujillo, quien fue ministro de su hermano y fomentó la televisión en Santo Domingo. Utilizaron el medio televisivo como método de propaganda del régimen”.

¿De qué manera preparó la caracterización?

“Petán era un personaje del que no existía mucha información en internet, salvo algunas imágenes y un fragmento de un documental en el que presenta el inicio de un evento. Conocí aspectos muy específicos, por ejemplo, que era un delincuente, que había construido una máquina para imprimir billetes falsos a espaldas de su hermano, lo que le costó una paliza; y era el segundón de Trujillo, que lo utilizaba por sus vínculos con la farándula internacional.

“Cuando me llamaron para hacer el casting, estudié sus discursos grandilocuentes, que rozaban la farsa, y me inspiré en esa imagen para hacer las audiciones. Utilicé las clases de maquillaje que recibí en el Instituto Superior de Arte, me hice unas cejas gruesas, trabajé el tono de voz un poco más aflautado, me pelé bien bajito, usé gafas, una chaqueta, y envié la audición por internet.

“Después me pidieron que grabara otras escenas, pero no podía convocar a ninguna actriz para que me ayudara porque Cuba se había cerrado por la pandemia. Preparé las escenas solo y me grabé. Fue casi toda una tarde para poder lograrlo, porque las voces de los pregoneros me interrumpían constantemente. Envié las escenas y a la semana me llamó la productora para discutir el contrato”.

¿Pudo hacer aportes al guion?

“Exploré matices humorísticos dentro del patetismo y la ridiculez de Petán. Los directores se entusiasmaron con la propuesta y me dieron la posibilidad de improvisar. Agregaron otras acciones y textos, con los que Petán ganó mayor visibilidad en el guion”.

Recientemente tomó parte en otra serie, que fue muy bien recibida en plataformas digitales

“En esa producción, Montecristo, interpreté a Farías, en una versión contemporánea. Se estrenó en Latinoamérica, Estados Unidos y España. Es una serie cerrada de seis capítulos, pero termina de una manera que posibilita la segunda temporada”.

A continuación de Montecristo lo llamaron a la serie Los Farad, un thriller de ocho capítulos que parte de la historia real de una familia traficante de armas en la Marbella de los años 80. ¿Compartiría detalles de esa producción?

“El seriado es dirigido por Mariano Barroso, a quien considero uno de los grandes directores de España. Asumí una caracterización muy interesante, de la que no puedo revelar nada, excepto que es un cubano, tiene muchos matices, conflictos consigo mismo y con su propia realidad”.

 ¿De qué modo matizó el acento cubano?

“Al trabajar en una plataforma internacional, con un público tan diverso, si tú hablas muy habanero entonces casi no te entienden; por lo que debes usar el acento de forma neutra, o sea, pronunciar las cosas un poquito mejor. Pero, como soy holguinero, tengo eso de mi parte”.

¿Considera que los ambientes realistas que recrea el cine facilitan la entrada del actor a la situación dramática?

“Es cierto que, cuando te mueves entre la escenografía, te pones el vestuario y te maquillan, ya tienes un porciento a tu favor. Pero cuando toca un personaje que tiene una psicología complicada, si no te has preparado bien luego vas a tener un choque en la filmación.

“Uno tiene que ir muy concentrado en el objetivo del rol, en su conflicto, en los mecanismos que utiliza para lograr sus propósitos, en las relaciones con los personajes con los que va a interactuar”.

¿Cuáles son sus presupuestos a la hora de actuar?

“Siempre hay que tomar de las vivencias propias. Adecuar ese arsenal emocional a los personajes y usar la analogía para ser creíble, porque tienes que defender el personaje sea el que sea, haga lo que haga. Si no lo defiendes, no crees en él. Y si no crees, no tienes verdad.

“Uno de los grandes preceptos de Stanislavsky es que siempre tu atención tiene que estar puesta en el otro, en lo que te está dando el otro actor, y esa relación te lleva a buscar respuestas dentro de ti. Es un toma y daca entre intérpretes”.

Desde su juventud se ha caracterizado por la perseverancia y la disciplina. ¿Cuánta trascendencia otorga a esos valores?

“Creo que el talento hace una gran parte, pero también la cercanía que exista con el rol, porque hay personajes con los que no tienes nada que ver. No te quedan cómodos ni tienes posibilidad de acercarte a ellos. Sin embargo, creo que el rigor profesional da la posibilidad de enfocarse en el trabajo por encima de todo, y vencer ese obstáculo.

 “Creo que la disciplina de trabajo es fundamental. También he comprobado que, mientras más cómodas sean las relaciones personales, el entendimiento con el director, el ambiente de respeto, la atmósfera que se logre en el set de filmación, más efectivo será el resultado. Cada proyecto artístico es un viaje que hacemos, varias personas. Esa atmósfera te va a acompañar a ti y al personaje”.

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