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Con dos que se quieran

Por: Rafael Lam

Hace varios años le dije a Amaury Pérez: “Tú eres el mejor presentador de la Televisión Cubana, eso es lo que tienes que hacer”, el cantor y compositor me contestó: “No digas, no digas nada de eso por ahí que yo soy un cantautor”.

Amaury sabía sus dotes de conversador, para ello cuenta con una cultura de esa que no es libresca, es la cultura del diario de lo que pasa y lo que fue, de muchos libros que gusta de leer, de las relaciones de amigos que andan en esos entuertos de la cultura general. Aunque muchos no se hayan percatado, Amaury es uno de los músicos que mejor informado está, sobre todo en la trova moderna, la canción (balada) y la música estadounidense. Y creo que, antes de escribir las novelas que ha hecho, debiera hacer un libro con sus impresiones musicales. ¿A quién no conoce Amaury Pérez?

Además de todo esto, pienso que el arma más poderosa de Amaury para ser creído es su sinceridad, nunca ha sentido miedo de decir la verdad y la suelta sin tapujos, tal como era su madre Consuelito Vidal, autentica y natural.

En el programa Con dos que se quieren Amaury sabe muy bien las preguntas que debe hacer, las que el público, el televidente quiere conocer y las que el entrevistado, a veces no quiere ni tocar.

Amaury ha entrevistado a algunas personas que, forzadas por las preguntas, han tenido que declarar un fracaso o incompetencia. El público sabe captar cuándo un entrevistado evade o titubea en sus respuestas, puede palpar cuándo se escabulle, cuando niega los desatinos. Hay un lenguaje secreto, subrepticio que la gente sabe captar. Pero, Amaury es un mago en ese diálogo que provoca que el interlocutor suelte sus amarras, exprese lo que siente.

En una ocasión leí en el libro de Gonzalo Martín Vivaldi, Curso de Redacción, que “La faz de un hombre, por regla general, antes que cara es careta. Desde que comenzamos a desempeñar conscientemente nuestro papel en la humana comedia vivimos con una máscara colgada de nuestro rostro. Hay que ser un observador muy fino para captar la verdad escondida tras la engañosa apariencia de una mirada amable o de una sonrisa afable”.

La entrevista

Existe la entrevista impresionista y expresionista. La primera es para la interviú rápida, instantánea, la segunda es para la interviú meditada, reposada reflejo fiel del alma de las cosas, de su más pura esencia. Es lo que queda en nosotros, por eliminación de lo accesorio, cuando el paso del tiempo, se va borrando de nuestra memoria todo lo que nos interesa verdaderamente.

Un hombre no es una simple suma de rasgos, sino un alma, un carácter que se refleja en algunos de esos rasgos. Un artista con problemas por mucho que quiera disimular lo refleja de diversas formas. Un hombre alegre nos lo dirá con su fácil sonrisa y con el brillo chispeante de su pupila.

En el periodismo conviene la técnica impresionista para lograr un estudio profundo y meditado. Lo ideal es la entrevista en la propia casa del entrevistado, porque los espectadores, como buenos observadores, saben catar “oler” el ambiente.

Todos los martes, esperamos ansiosos por las entrevistas de Amaury, para hacer nosotros nuestras propias conclusiones acerca del entrevistado, aunque este disfrace lo que disfrace.

 

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