Cubadisco 20-21: riesgos y beneficios
Por: José Dos Santos
Consustancial al raciocinio humano, juzgar es un acto (instintivo o provocado) que hacemos para valorar hechos, circunstancias, sentimientos (propios o ajenos) y una gama innombrable de todo (lo que nos rodea o no).
Esta entrada, un tanto filosófica, es para llamar la atención sobre esa compleja y difícil función que enfrenta una persona cuando debe valorar lo que otros han hecho y, con su decisión, contribuir (o no) a su merecido reconocimiento.
Por ello, la importancia de su buena organización y transparencia cuando se trata, por ejemplo, del actual Cubadisco 20-21, el concurso discográfico cubano más concurrido que tenga memoria de los realizados desde su creación, en 1997, bajo el nombre de Feria Internacional CUBADISCO, al que estoy vinculado hace una docena de años.
Debo confesar, antes de entrar en materia, que no he sido de los asiduos a concurso alguno porque en mi juventud pensé que mi trabajo periodístico en una agencia de noticias, la mayoría anónimo, no era propicio. Un par de menciones en certámenes organizados por la Unión de Periodistas de Cuba, en la década de los 80, se debieron a que otros propusieron trabajos míos.
Esa renuencia a pugnar con otros por galardones no impidió que, a lo largo de los años, presidiera e integrara jurados de diversa índole, desde académicos a profesionales, y que, de esa forma, también me sumaran al muy importante movimiento Cubadisco, que para mí ha representado un aula permanente de aprendizaje en materia tan subjetiva como la música.
Eso fue así, sobre todo, con la metodología de trabajo del jurado en boga hasta hace unos años, mediante la cual los convocados, según su especialidad o género, debatían en colectivo virtudes y defectos, logros y carencias, de cada fonograma aspirante a nominación y/o premio. En esas circunstancias resultó agradablemente sorprendente el obtener, en dos ocasiones, nominación en la categoría Nota Discográfica.
Anticipándose a una realidad pandémica como la que vivimos ahora, que obligó a cancelar el Cubadisco 2020 y sumar sus concursantes a nuevas (y magníficas) obras, se comenzó el método de la apreciación individual y el “voto a distancia”, con ventajas operativas, pero con inconvenientes como no compartir criterios con otros especialistas. Hoy no hay otra alternativa.
Por eso resulta muy difícil de responder cuando, en el derecho de cada cual a preguntar, en las redes sociales se inquiere por la ausencia entre los nominados de obras de mucha excelencia.
Esto me lleva a recordar una práctica de mis años iniciales como periodista, cuando había editores reacios a explicar deficiencias y aconsejar como superarlas y que, tras leer el texto que el novicio había elaborado, rompía la cuartilla y decía secamente: “hazlo otra vez”. Por suerte que no todos eran así y de ellos sumé una virtual pedagogía explicativa de mis decisiones, cuando a mi vez, llegué a esa posición en la cadena periodística.
Ahora, en el caso del certamen que me inspira estas líneas, lamento dar la callada por respuesta, más aún porque en música, como ya dije antes, existen valoraciones que incluyen gusto, sensibilidad, experiencia, valor del mensaje, coyuntura y hasta méritos históricos del o los artistas involucrados.
Mi mejor consejo, a todos, triunfadores o no, es no dejar que el éxito o el fracaso determine en su carrera artística: que los ganadores crean que llegaron a la cúspide y no hay nada más por lo que seguir subiendo y los que no lo fueron sientan que la ruta del éxito está cerrada. Se hace camino al andar… Cubadisco 2022 les espera.
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