Memorias del cine

La Habana tuvo un barrio peliculero

Foto: Cortesía del autor

Por: Rafael Lam

Los que transitan hoy por la calle Consulado no pueden imaginar que ese era llamado el “Barrio peliculero” de La Habana.

De jovencito lo recuerdo como algo espectacular. Después del Paseo del Prado, estimo que era la calle más rutilante de la ciudad. También le decían la “Calzada de los teatros”. En realidad, esa zona estaba llena de teatros, más que en cualquier zona del mundo. Quizás comparado con Broadway. Por esa zona están: El Campoamor, Payret, Martí, Fausto, América Nacional (Ahora Gran teatro de La Habana Alicia Alonso).

Consulado estaba lleno de bares, cafés, cafeterías de mucho glamour. Estaba en Consulado y Neptuno el Café Los Parados, donde se comía sándwich y se daban cita los músicos en busca de trabajo. Al frente también estaba el Café Fornos de los artistas.

En la esquina de Consulado y Virtudes estuvo el teatro Alhambra, después el Alkázar y más adelante el Teatro Musical de La Habana. En ese espacio se encontraba la bodega de Don Félix, asturiano magnánimo que ayudaba a los pobres, Sergio Acebal el “Negrito” del Alhambra fundó un elegante bar con lunch que llamó Bar La Campana, famoso por estar siempre bien surtido con sus croquetas y batidos de anón. Allí se gestó el son-pregón El manisero.

Me comentaba el cronista Eduardo Robreño que era una zona de personajes habaneros de feria, que siempre arrastran estas zonas populares. “Por eso le llamaban el Barrio peliculero (Barrio ruidoso de Colón); entonces eso provoca que las oficinas cinematográficas comenzaron a situarse en la calle Consulado que tenía mucho caché; imagínate que allí estuvo la meca del bufo en el Alhambra, como decía Alejo Carpentier “un refugio del criollismo y un verdadero conservatorio de música popular”. Fue también la meca del danzón”.

Robreño supo de muchas figuras que visitaron esta área tan populosa: Rubén Darío, Vicente Blasco Ibáñez, Novelli Zacconi, Tuiller, Borrás, Vilches, Benavente, Valle-Inclán, Gustavo Marañón y muchas otras luminarias. “Era la zona de la farándula –continúa Robreño-, los artistas, los críticos, periodistas, agentes admiradores y todo tipo de seguidores de las grandes figuras”.

Un gran amigo, el director de la orquesta Sensación Rolando Valdés que residía en Consulado y Neptuno, a unos pasos del Café Los Parados, me decía siempre: “Esta era una zona de mucho lujo, todo tenía caché, con decirte que yo era el único negro que vivía en esta rutilante cuadra. Lo pude lograr porque era el director de la orquesta más espectacular después de La Aragón. Fuimos la orquesta premiada por la Crítica en 1957”.

Pero, hablando de películas (en el Barrio peliculero), allí estaban los alquiladores de películas y llevaba apellidos castizos: Carrera y Medina, Blanco y Martínez, López Porta, Hernández, Becali. También estaban situados el Cuban Medal, Liberty, American Films. Los empresarios de cine pululaban por esta zona. No olvidemos que en esa calle estaban los cines Majestic, Verdún (con techo rodante), Alkázar. Cerca, en la calle San Rafael, estaban el Cinecito el Red y Dúplex.

En la “esquina de los sabios” (Consulado y Trocadero), se encontraba el Café La Lonja, parada obligada en el invariable recorrido diario de los 79 empresarios de otros tantos cines. Y, por supuesto no paraban de visitar los alquiladores de cine de la ciudad y el campo.

Mis amigos, este era el cuadro cinematográfico del barrio peliculero de Colón, en la calle Consulado, un verdadero lugar para la historia.

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