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Lorca en la televisión, el documental y en el cine

Por: Rafael Lam
Federico García Lorca (1898- 1936), poeta, dramaturgo y prosista español. Adscrito a la generación del 27, fue el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX y como dramaturgo se le considera una de las cimas del teatro español del siglo XX.
En su obra, con unas inconfundibles señas de identidad, figuran títulos inmortales como Yerma, La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre o Doña Rosita la soltera. Algunos de estos títulos fueron representados en escenarios de todo el mundo, también fue adaptada, con mayor o menos suerte, en películas y series de televisión. Trasladar el particular universo de Lorca al audiovisual, una tarea complicada, se convirtió en la obsesión de algunos directores que nos han dejado títulos como Bodas de sangre (1981, Carlos Saura), Proceso a Mariana Pineda (Rafael Moreno Alba, 1984) o La casa de Bernarda Alba (Mario Camus, 1987). Pero también han sido muchos los creadores que han tomado la historia de Federico como punto de partida para sus obras en títulos como Lorca, muerte de un poeta (Juan Antonio Bardem, 1987) o Muerte en Granada (Marcos Zurinaga, 1997).

La incursión del autor en el cine: Viaje a la Luna. En Nueva York, frente al anonimato de una ciudad populosa y en contacto con las nuevas estéticas, Lorca plantea uno de los problemas vertebrales de su producción, el de la androginia, a partir de elementos que proceden de distintas fuentes: diálogos platónicos, lecturas de cabalistas o de alquimistas, mitos griegos, cromatismos propios. Así nace Viaje a la Luna, el único guion cinematográfico que Lorca escribiría.

En la adaptación de Fernando Tobar Castro (2009) basado en el único guión cinematográfico que Lorca escribiría. “García Lorca se interesó en el cine por varias razones. En primer lugar, poseía un profundo apego al arte popular, e incorporaba las canciones tradicionales para crear su dramaturgia tan única, así como su Romancero gitano (Bodini, p. 67). Al cine, por otra parte, se le conocía como el Poor man’s theatre, puesto que su producción y su movilidad permitían que aún en los pueblos más remotos se gozara de este. Lorca había recurrido a la misma estrategia con su compañía de teatro La Barraca. Aparte de sus efectos sociales, el cine mudo como medio artístico-tecnológico se apoyaba en la imagen visual como el “fundamental signifying element” (Welles, p. 117). Teniendo en cuenta que Lorca era un poeta enamorado desde mucho antes de las imágenes, es de esperar que el cine le inspirase para innovar aún más su arte dramático.
La lista de la obra de Lorca en los diversos medios hace una larga lista que no cabe en este artículo. Han pasado casi 75 años desde la muerte de Federico García Lorca, su espíritu permanece en la memoria colectiva y es el poeta español más leído y más querido de nuestra historia. Su obra ha sido y es inspiración de artistas y escritores, y sus versos, los más evocados y recordados.

Lorca en La Habana
Lorca nos toca muy de cerca ya que fue un amigo de Cuba, de su visita a La Habana se está preparando un documental por el cineasta Pepe Zapata. En marzo de 1930, deja Nueva York para viajar La Habana, donde explora la cultura, la música y trabaja en nuevos proyectos como El público y Así que pasen cinco años. Lorca, en el barrio de Belén (San Isidro), hacía notar: “Salen los negros con los ritmos que yo descubro típicos del gran pueblo andaluz”.

Según Guillermo Cabrera Infante, “Lorca pasó una estancia amable y memorable en La Habana, un agitado ritmo lleno de agasajos, de charlas y de homenajes y abrumado por la dulce tiranía de la amistad. Sorprendió a todos desde su presentación. Escribió poemas en La Habana. Uno de ellos a la famosa investigadora Lidya Cabrera y su negrita. A Lidya le dedicó Romance de la casada infiel. Después de cinco minutos de conversación, Lydia quedó hechizada con Lorca (la palabra es suya, ella que tanto sabe de hechizos). El poeta se deslumbró con La Habana y deslumbró también a los habaneros, que hace rato que estaban acostumbrados a los fulgores de su ciudad tan capital como un pecado”.

Sigue diciendo el escritor de Gibara, “Lorca tiene por costumbre recorrer los barrios populares de La Habana, como Jesús María y San Isidro y se llega a veces hasta la plazoleta de Luz, al muelle de Caballería ahí al lado y aún al muelle de la Machina, donde ocurre la acción inicial de la novela Tener o no tener. Pero nunca con ocio esa noche obscena que amanecía con los mendigos dormidos y los niños ricos muertos. Aunque al final, como Hemingway, supo que era una muerte violenta al amanecer. De todas maneras, Lorca compuso una de las piezas más espontáneas y libres, en esta Habana maravillosa.

Lorca ve en La Habana, ¿cómo no habría de verlas?, las que él llama “mujeres más hermosas del mundo”. Luego hace de la cubana local toda una población y dice: “Esta isla tiene más bellezas femeninas de tipo original -y enseguida la celebración se hace explicación -debido a las gotas de sangre negra que llevan todos los cubanos”. Lorca llega a insistir: “cuanto más negro, mejor”, que es también la opinión de Walter Evans, fotógrafo para quien un negro elegante es la apoteosis del dandy. Finalmente, Lorca hace un elogio de la tierra natal “Esta isla es un paraíso”. Para advertir a sus padres” Si me pierdo que me busquen en La Habana”. Para Lorca La Habana es una fiesta y así debió ser”.
La tropa, unido a muchos intelectuales, se organiza un encuentro amistoso con el poeta en la residencia de la poeta Dulce María Loynaz, en El Vedado y, también en la Quinta Santa Bárbara, donde residía la hermana de Dulce María, Flor, una mujer que acostumbraba fumar tabacos en su maquinón por toda La Habana. A Flor, Lorca le entregó el poeta Yerma. Mientras que la escritora Dulce María, en 1928 ya estaba dejando la poesía, había comenzado a escribir su novela Jardín, cuya redacción le tomó varios años. Ella nos dice que “Lorca no es un hombre bello, pero sus ojos muy expresivos con una mirada de águila. É0l es una mano tendida de España”.
Lorca fascinaba por sus conversaciones, su “duende”, ese magnetismo que lo caracterizó. El poeta hechizaba a todos los que lo llegaron a conocer, su dominio de la conversación lo hacía comparable –salvando las distancias- al poeta inglés Oscar Wilde.
La culminación de la visita a La Habana ocurre cuando le ofrecieron una comida de despedida en el hotel Inglaterra. Ahí estaba La Habana literaria. Llovía copiosamente en La Habana como pocas veces se vio.
También se dio el gusto de visitar Santiago de Cuba “Iré a Santiago”. En esa ciudad se hospedó en el hotel Venus.

Cantarán los techos de palmeras
Iré a Santiago…
Iré a Santiago…
Con la rubia cabeza de Fonseca
Iré a Santiago.
Y con el rosal de Romeu y Julieta…
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
¡Oh cintura valiente y gota de madera!
¡Arpa de troncos vivos, caimán flor de tabaco!

 

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