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El cine italiano contado por sus pioneras

Por: Berta Carricarte

Foto: Tomada de Internet

Dicen que la primera mujer en ser nominada al Oscar a la Mejor dirección fue la italiana Lina Wertmüller, quien falleció hace solo unos meses (diciembre de 2021), en su Roma natal, a la edad de 93 años. Su filme Pasqualino: Settebellezze (1976), atrajo el interés de la Academia de Hollywood, aunque el premio recayó finalmente en La victoire en chantant (Jean Jacques Annaud, coproducción Francia-Costa de Marfil-Alemania). No obstante, sus filmes cargados de ironía, sarcasmo y audacia narrativa, le valieron ser reconocida en 2019 con un Oscar honorífico por toda su carrera.   

Pasqualino: Settebellezze (1976)

Sus obras gozaron de no pocos lauros; Pasqualino: Settebellezze había recibido otras tres nominaciones al Oscar: Mejor actor (Giancarlo Giannini), Mejor director y Mejor guion original, de la propia Wertmüller. Con cerca de veinte títulos, entre los que también destaca Mimí metalúrgico herido en el honor, ella se convertiría sin dudas en un referente histórico para el cine realizado por féminas en Italia. Lina fue actriz, coguionista de Federico Fellini y su asistente de dirección en 8 y medio y La dulce vida.  Su cine combinaba feminismo con anarquismo, bajo lo cual subyacía una denuncia de la ideología burguesa, reflejo de las contradicciones sociales y políticas de su época. Pero, aunque haya sido la veterana entre las que empuñaron una cámara para contar sus inquietudes creativas, no fue la única.

Su cine combinaba feminismo con anarquismo, bajo lo cual subyacía una denuncia de la ideología burguesa, reflejo de las contradicciones sociales y políticas de su época.

Hoy en día, la lista de cineastas italianas sería tan extensa como desconocidos sus nombres a nivel internacional, a consecuencia de ese desigual cotejo que resulta de la presencia de hombres y mujeres en el ámbito de la producción, distribución y exhibición del cine.

Un hecho sintomático en este sentido, lo proporciona la documentalista Constanza Quatriglio, nacida en Palermo en 1973.  Licenciada en derecho, ella ha logrado llevar al mundo del documental muchas de las inquietudes que, partiendo de su condición de profesional de la jurisprudencia, sentía que le apetecía abordar desde su perspectiva de artista y mujer. Sin embargo, al ser interrogada en mayo de 2011, se apresuró a mencionar a Bergman, Truffaut, Godard, Bresson, Kubrick y Kurosawa, como los grandes maestros que la fascinaron en sus inicios. En la misma entrevista se sorprende poco después al constatar que no había mencionado a la insigne francesa Agnès Varda, al tiempo que reconoce las grandes dificultades que afronta al ser mujer y joven para para abrirse camino dentro de la industria del cine.

Justamente las directoras pioneras del cine italiano en los años 1960 fueron Lina Wertmüller y Liliana Cavani, aunque en realidad vieron expandirse mejor sus carreras en la década siguiente, al calor de las reformas y ciertos triunfos del movimiento feminista a nivel social en la península, como fueron el acceso a diferentes profesiones, la igualdad jurídica ante el matrimonio y el derecho al divorcio; ganancias que acompañaron el despunte de varias de sus compatriotas en años posteriores, no solo en el ámbito cinematográfico sino también en el video publicitario, así como las series y programas televisivos.

Pero de todas ellas quizás la más controvertida, en principio, sea Liliana Cavani autora de El portero de noche (1974) y Más allá del bien y del mal (1977). En la primera se expone el amor sadomasoquista que consume a una víctima del fascismo (Charlotte Rampling), confinada en un campo de concentración y obligada a servir sexualmente a un oficial de las SS nazis (Dirk Bogarde). A pesar de la malsana circunstancia que los unió, se impone el deseo instintivo, cuando los amantes se reencuentran años después. La segunda película se enfoca en la tortuosa relación que establecieron los filósofos Friedrich Nietzche, Paul Ree y la crítica y novelista de origen ruso Lou Salomé.

Por su controversial punto de vista ético, así como por el atrevido uso del desnudo y la representación desprejuiciada del sexo tanto hetero como homo, Cavani fue muy cuestionada. Sin embargo, sus dos películas más polémicas estaban en sintonía creativa con el cine italiano de ese momento, cuando Bertolucci realiza Último tango en París (1972) y Novecento (1976); Pasolini está enfrascado en tres piezas que conforman su Trilogía de la vida: El Decamerón (1970), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974), aunque el verdadero escándalo le sobrevendría con Saló o los 120 días de Sodoma (1975).

Sin que por necesidad dominara una conciencia feminista en Wertmüller o Cavani, sus filmes apuestan por la concepción anticonvencional de sus personajes. Ya sean hombres o mujeres, los protagonistas responden a una moral donde el bien y el mal ocupan estratos ambiguos; los conflictos rebasan la emergente polaridad de la lucha de clases, y el riesgo de desafiar el gusto pequeño burgués se impone a través del acto creativo, auténtico y emancipador.

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