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Carlos Padrón, santiaguero por encima de todo

Por: Valia Valdés

Fotos: Cortesía del entrevistado

El actor, director de televisión y teatro, asesor, investigador y ensayista, Carlos Padrón, es un hombre que vibra al recordar la batería conguera, el gallo “tapao” y las comparsas santiagueras que lo conmovieron desde niño. Su madre, Martha, había estudiado escultura y al ser muy aficionada a la televisión, alentó sus inicios artísticos a pesar de las objeciones paternas. A los 14 años, Carlos se inició como aficionado y siendo estudiante de Economía, tras probarse en el Festival Nacional de Aficionados y el Teatro Universitario de su región, ingresó en el Conjunto Dramático de Oriente para unirse a la agrupación integrada por: Raúl Pomares, Maria Eugenia García, Enrique Molina, entre otras figuras, desechando la seguridad material para cumplir sus sueños.

Carlos, cuéntame de tu relación apasionada con el teatro en Santiago de Cuba.

– El Conjunto Dramático de Oriente fue un grupo escuela como lo fueron Teatro Estudio y otras agrupaciones en los años 60 del siglo XX; siguiendo una dinámica muy rigurosa, tomábamos clases de expresión corporal, ballet, actuación, voz y dicción y demás especialidades. Comencé realizando pequeños personajes mientras Félix Pérez y Raúl Pomares eran los protagonistas, más tarde representamos disímiles títulos de la dramaturgia cubana y universal como: La reina de bachiche, El herrero y el diablo y Magia roja, que contribuyeron a mi desarrollo como actor. Me estrené como director teatral con Historia nocturna en una versión muy grotowskiana y posteriormente, al escindirse el Conjunto me sumo a Pomares, Rogelio Meneses y otros compañeros para profundizar en el teatro de relaciones, tradición teatral que tiene sus orígenes en España y llega a Cuba en la época colonial.

Siempre me incliné por la dramaturgia y formé parte del equipo de investigación del grupo, contando con muy buenos profesores como: Gloria Parrado y Ulf Keyn, dramaturgo principal del teatro de Dresde. A partir de 1973, con el nombre: “Cabildo Teatral Santiago”, buscamos la comunicación directa con el público, lo más entrañablemente popular, expandiendo el teatro callejero por todos los barrios y convertir las escalinatas de la ciudad en el escenario idóneo, recabando información sobre nuestros antecedentes teatrales, solo con una libreta y un lápiz. El trabajar en innumerables espacios abiertos favoreció mi aparato vocal hasta el punto que no he padecido trastornos de la voz en toda mi carrera.

¿De qué manera comienzas a hacer radio?

– Adolfo Gutkin, director general del Conjunto Dramático de Oriente, nos alentaba a que hiciéramos radio pues consideraba que el medio radiofónico era una escuela para la expresión oral. Pomares, Rolando González y Soler Puig, asesor dramático del Conjunto, me enseñaron los rudimentos radiales. En CMKC Radio Revolución comencé a actuar, escribir y dirigir cuentos, teatros y programas históricos, género que preferí hasta el punto de cursar la carrera de Historia en la Universidad.

¿En qué circunstancias te iniciaste en la televisión?

-Cuando se funda el canal Tele Rebelde en Santiago de Cuba, llegó de la Habana Jesús Cabrera al frente del equipo técnico, acompañado de algunos actores y nos pidieron al elenco del Conjunto que colaboráramos para echar a andar la programación dramática por lo que debuté en la primera aventura que se realizó en ese canal, protagonizada por José Antonio Espinosa. Colaboramos en ese proyecto primigenio durante año y medio aproximadamente, hasta que se inició la formación de jóvenes actores.

-De nosotros, algunos se quedaron en la televisión, como fue el caso de Enrique Molina y otros regresamos al teatro; yo tenía la intuición de que no estaba formado totalmente como actor y necesitaba seguir aprendiendo del espacio teatral. Tiempo después, tras haber llevado el teatro de relaciones por toda la ciudad y otras zonas del país, vuelvo a Tele Rebelde a principios de los años 80 como asesor de la redacción dramática y guionista, haciendo hincapié en la cuentística y el teatro cubano y latinoamericano, involucrándome primero como director de actores, y después, gracias al estímulo del actor Félix Pérez, quien también fue director de televisión, me inicié en la dirección audiovisual, a la vez que actuaba y escribía para la pantalla.

-En Tele Rebelde contábamos con un equipo de producción muy bueno; tuve la suerte de trabajar con Bebo Muñiz, director de fotografía de los Estudios Cinematográficos de Santiago de Cuba, el cual nos aportó su vasta experiencia. Pudimos trasmitir en video tape y a color, utilizando los exteriores y la técnica cinematográfica. Como yo vivía a tres cuadras del canal, asumía la dirección de cualquier género cuando surgía algún imprevisto, lo cual fue un gran entrenamiento pues además de dirigir, aprendí a ponchar. Me entrené en esa dinámica hasta 1986, en que desaparece la concepción originaria de Tele Rebelde.

En la novela Doña Guiomar, con María Elena Calzado y Carlos Padrón

¿Puedes referirte a algunos de los espacios que dirigiste en esa etapa?

-Siempre he preferido la temática histórica, por lo que realicé obras que resultaron premiadas como: “En busca de Máximo Gómez”, “Vía Crucis”, que ganó premio de guión y el mediometraje: “La tierra de Cruz Palanqué”, que me proporcionó el Premio Caracol de Guión y el Premio de Actuación protagónica de la UNEAC. Por ese trabajo, Ana Gloria Bouden obtuvo Mención de Actuación. Además, creé un grupo creativo de guionistas y me involucré en el proceso formativo.              

¿Cómo comienza tu andar en los medios nacionales?

– Después de haber creado Calibán Teatro con el propósito de actualizar los clásicos cubanos y tras promover la eclosión teatral de la ciudad que alcanzó 46 estrenos en 1986, recibo la propuesta de integrar el Ejecutivo de la UNEAC, asumiendo la responsabilidad al frente de la Asociación de Artistas Escénicos, introduciéndome en el teatro, la radio, el cine y la televisión capitalinos, donde comencé prácticamente de cero pues muchos no conocían mi aval anterior.

En la productora Radio Arte fui acogido por las directoras Sol Pinelli e Isabel Aida Rodriguez y en Radio Progreso actué bajo las órdenes de: Héctor Pérez Ramírez y Moraima Osa, entre otros. Asumí esas condiciones con tranquilidad y paciencia, concentrándome en los personajes y forjando una nueva reputación. No tuve oportunidad de dirigir en los medios nacionales, pero he trabajado mucho como actor.

¿Qué personajes te hicieron ganar el favor del público cubano?

-En Santiago de Cuba protagonicé teleteatros, novelas y otros espacios que resultaron exitosos. En la televisión nacional recibí el reconocimiento del público por actuaciones en: “De tu sueño a mi sueño”, “El tigre”, “El eco de las piedras”,” Al compás del son”, “Los pequeños fugitivos”. Por el personaje del periodista Galarraga en “Pasión y Prejuicio”, recibí Mención especial del Concurso UNEAC. Tuve que montar en tres días una caracterización de un anciano de 80 años en la telenovela “Entre Mamparas”, debido a que Helmo Hernández, quien lo iba a interpretar, enfermó gravemente y el primer día de grabación, realicé 7 escenas.

¿Cuál ha sido tu relación con el cine?

-Debuté en 1965 en el largometraje documental: “David” y continué mi participación en los filmes cubanos: “La primera carga al machete”, “Patti Candela”, “El siglo de las luces”, “Derecho de Asilo”. En total he intervenido en 37 largometrajes, casi todos extranjeros. Generalmente mi físico no es identificado con el biotipo del cubano. En “Cuba”, de Pedro Carvajal, actué en inglés al interpretar al cónsul norteamericano y tuve el privilegio de compartir una escena con Jean Paul Belmondo en el filme “Amazonía” de Philippe de Broca.

En la capital actuaste en varios proyectos teatrales como actor invitado, fuiste director general de Teatro en las Nubes durante tres años y participaste en diferentes giras internacionales mientras presidías la Asociación de Artistas Escénicos, ¿Cómo resumirías los 25 años que dedicaste a la UNEAC?

-Siempre traté de defender a los artistas, visibilizar el trabajo realizado en las provincias y combatir la burocracia. Contribuí a la creación de la Agencia Caricatos e insistí en otorgarle mayor relevancia a los reconocimientos entregados por la Unión. Le dimos el nombre de artistas destacados a cada especialidad escénica para defender la memoria, además de otras acciones que tenían como propósito favorecer a los creadores.

A la par de tu labor como dramaturgo en el Teatro de Relaciones y demás textos dramáticos, entre los que se encuentran “El huracán y la palma” y “La gran tirana”, que te han dado muchísimas satisfacciones y los guiones para radio y televisión, Ediciones Alarcos editó de tu autoría: “Lo que fuere sonará”, ¿puedes referirte a esta publicación? ¿continúas dedicado a la investigación?

-Como resultado del acopio de información durante 45 años ,a pesar de las distintas ocupaciones que he asumido y gracias a las herramientas metodológicas que me ofrecieron los estudios universitarios, logré concretar la cronología comentada ,en dos partes, de lo acontecido alrededor del hecho escénico cubano entre los años 1511 y 1812, incluyendo:estrenos,publicaciones de obras, compañías, espacios, decorados, iluminación, maquinaria, factores de producción, gestión empresarial, labor de los críticos, disputas, relación con el público y otros aspectos de interés para los estudiosos del teatro.

-Además, cuento con: los ensayos “Apreciación e historia del teatro”, escrito en colaboración con Ramiro Herrero y “Franceses en el suroriente de Cuba”, el poemario ”Palabrario”, más diversas  colaboraciones en distintas publicaciones. Se encuentra pendiente de ser publicada por Ediciones Alarcos, la tercera parte de: “Lo que fuere sonará” y acabo de concluir: “Medio siglo de Teatro Francés en Cuba”, en espera de un editor interesado.

Atendiendo a tus logros y como reconocimiento a tu vida artística has recibido: los Premios UNEAC, Caracol, Caricato y Máscara de Caoba. Ostentas la Medalla Alejo Carpentier, la Distinción por la Cultura Nacional, el título honorífico Enrique Almirante, además de otras condecoraciones y te ha sido conferido el Premio “Omar Valdés” que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, ¿qué trascendencia le confieres a este premio?

-Los santiagueros conformamos una cofradía y Omar Valdés compartía ese vínculo. Además del afecto y la admiración que le profesaba, Omar fue uno de los cinco integrantes del ejecutivo nacional de la UNEAC cuando fui llamado a esas funciones. Su fallecimiento constituyó un duro golpe para el ámbito escénico y para mí en lo personal, por lo que defendí la creación del Premio que lleva su nombre. Recibir este reconocimiento reboza de significados.

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