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destacadoMemorias del cine

Manuel Herrera: el cine que nos une

Por: Valia Valdés

 Foto de Portada: Juan Carlos Borjas

Fotos: Cortesía de Jesús Ramos Almeida

 La accesibilidad de las figuras más respetadas, entre nuestros artistas e intelectuales, me confirman que, ni somos tan difíciles de entender ni tan enredados como a veces nos catalogan. Los temas más profundos se pueden debatir con la mayor transparencia, si nos acompañamos de la generosidad de que hace gala el Premio Nacional de Cine 2022, Manuel Herrera.

Manuel, ¿puede mencionar los temas esenciales que ha logrado abordar o que considera pendientes en su obra cinematográfica?

-Cada una de mis películas han abordado temas que son o han sido para mí, esenciales en su momento. “Girón”, más que hacer la historia inabarcable de la epopeya, se refiere a un tema más particular y humano: La esencia cultural del hombre cubano en una situación límite como es la guerra. En “No hay sábado sin sol”, incursioné en la interrelación campo-ciudad y su impacto en el hombre, campesino o citadino, que debe cambiar su hábitat y de hecho sus costumbres, y en: “Zafiros, locura azul”, profundizo en la lucha del artista por imponerse al medio y sus propias limitaciones. He escrito y presentado muchos proyectos que, por diversas causas, sobre todo económicas, no se han podido realizar; el marco de temas ha sido muy amplio, sobre todo en los que se refiere a hechos históricos, entre ellos: la mujer en la guerra del 95 (“Las Infidentes”), la penetración de empresas norteamericanas en nuestro medio aprovechando la guerra de independencia (“Samá Grande”), o la dependencia de la mujer del hombre y de la sociedad en “Las Honradas”. También he trabajado otras problemáticas referidas a circunstancias como El Mariel, presente en varios guiones o conflictos relacionados con el éxodo. Algunos de estos guiones como: “Samá Grande” , “Síndrome de El Mariel” o la adaptación cinematográfica de la novela de Miguel de Carrión, “Las Honradas” ,siguen siendo cuentas pendientes, pero por el momento estoy cumpliendo una de mis ilusiones tratando de lograr -con el formidable apoyo del grupo de producción i4films- la filmación de “La Hermandad del Silencio”, que incursiona en la figura de Carlos Manuel de Céspedes con el tema de la necesidad de la unidad para lograr una obra, tema también presente en “Zafiros, Locura Azul” y otras de mis obras.

Usted ha sido uno de los fundadores del ICAIC que continúa alineado al proceso revolucionario cubano, ¿cuánto ha significado el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, como incentivo o freno de la cinematografia nacional?

-Para un país donde el cine se refería solamente a algunas películas comerciales, la presencia de una naciente cinematografía que considera, como aspecto fundamental, mediante ley que, “el cine es un arte”, por primera y tal vez única vez en el mundo, y además, recibe el financiamiento gubernamental.[1] es sin dudas un incentivo para desarrollar su industria fílmica. Esto indudablemente fue un gran paso en el desarrollo de una industria cinematográfica nacional. Sin este paso, hubiera sido imposible desarrollar el cine cubano porque un convenio establecido a mediados de los años 50, entregó a los mexicanos el control sobre nuestra producción fílmica, condicionando la misma a ser solamente realizada en coproducción con México. La creación del ICAIC rompió con este modelo, desató las fuerzas productivas y la vocación de muchos cubanos que se sumaron a todas las esferas del cine. El resultado del ICAIC que me gusta llamar “clásico” es incuestionable. No por gusto la Unesco consideró a la colección del Noticiero ICAIC dentro de la Memoria del Mundo. “Memorias del subdesarrollo” obtuvo el primer lugar entre las 100 mejores películas latinoamericanas y “Lucía” el 5to. Pero también hay que considerar que cuando la nueva cinematografía cubana surge, solo dos países latinoamericanos (México y Argentina), contaban con una consistente filmografía. Hoy América Latina se ha convertido en un sólido bastión del cine, producto de la influencia de dos cinematografías emergentes en aquel momento: Cuba y Brasil. Creo que estas cosas, más la calidad demostrada de las obras y el volumen de producción alcanzado, demuestran el incentivo que representó el ICAIC para esta manifestación en nuestro país. Ahora bien, para considerarlo como un freno al desarrollo del cine, habría que entrar a considerar por qué las restantes productoras nacionales, teniendo las mismas posibilidades que el ICAIC, no pudieron desarrollarse o por qué el ICAIC tuvo que encerrarse en sí mismo y convertirse en un bastión de la defensa de su línea, ante el predominio del dogmatismo cultural en nuestro país. En igual situación se vieron: la Casa de las Américas o el Ballet Nacional. En mi documental “Retrato de un artista siempre adolescente” se muestran estos hechos y se alerta ante la posibilidad de su retorno. Si la línea dogmática hubiera predominado sobre la política cultural preconizada por el ICAIC, hubiéramos tenido un freno indudable, pero el ICAIC ha ido moviendo paso a paso a tenor con los tiempos. Abrió posibilidades: primero a un cine donde lo político no resulta evidente, hasta llegar a la apertura que hoy representa el cine independiente y la aplicación del Fondo de Fomento y otros mecanismos que deben coadyuvar a desarrollar un cine más moderno dentro del ámbito revolucionario.

¿Qué aspectos poco conocidos encontró al investigar la personalidad de Julio Garcia Espinosa y el ICAIC, al realizar “Retrato de un artista siempre adolescente”?

-Julio siempre fue una personalidad muy transparente. Todo lo que pensaba lo decía o escribía, de ahí que para quienes lo conocimos bien, nos resultara difícil encontrar aspectos nuevos en su personalidad. Pero creo que para el público en general el mostrar su personalidad en el documental, resulta un descubrimiento. Muchas personas se me han acercado sorprendidas al descubrir las cosas por las que este hombre pasó y el modo en que las enfrentó. Resultan también un “rara avis”, sus teorías cinematográficas que, si bien se mezclan con las búsquedas colectivas de un grupo de nosotros, adquieren en él un cuerpo teórico sólido que coloca: “Por un cine imperfecto”, entre los documentos fundamentales del nuevo cine latinoamericano, junto a “La estética de la violencia” de Glauber Rocha y el “Manifiesto del tercer cine” de Octavio Getino y Fernando Solanas. Estos manifiestos replantean todo el procedimiento de la realización cinematográfica, tanto en la producción como en la exhibición, y fueron los ejes sobre los que se desarrolló el nuevo cine latinoamericano. Uno de los aspectos menos conocido de Julio fue su paso por el viceministerio de Cultura atendiendo la Música, donde fue un funcionario diferente, centrando su actividad en expandir la música cubana al mundo. En fin, fueron muchas las aristas de este hombre, atacado, pero que siempre, como ave fénix, resurgió de sus cenizas. En cuanto al ICAIC creo que lo más sorprendente para el espectador, es conocer la historia de sus luchas contra el dogmatismo en el arte y todo lo que fue necesario enfrentar en la defensa de su línea cultural, nada divorciada de la Revolución.

De su obra documental y de ficción, ¿cuáles son las que prefiere y por qué?

-Siempre he cultivado un cine que se mueve entre el gusto del espectador, la experimentación y las ideas. Ese es mi concepto del cine de autor. En este sentido considero a “Girón” la más lograda, aunque no es propiamente un documental sino una mezcla de documental y ficción, donde los actores son los propios combatientes representando los hechos en que participaron. Es una mezcla de Stanislavsky con Brecht, donde emoción y distanciamiento se complementan. Por eso no la considero propiamente un documental sino una obra de ficción con cobertura documental, persiguiendo la intención de borrar la frontera entre estos géneros. En el terreno del documental más ortodoxo, me interesa “Retrato de un Artista siempre adolescente” porque se desenvuelve utilizando la estructura y los recursos expresivos del cine de ficción, sin que estén presentes actores. Esta línea de experimentación está presente en casi todas mis obras y no es preferir una sobre otra, sino que siento alguna más lograda. En el terreno de la ficción es en: “Zafiros, Locura azul” donde pude lograr una libertad formal que me permitió insertar materiales de archivo de los músicos reales, junto con los personajes interpretados por actores, sin que en ningún momento constituyera un distanciamiento.

Precisamente “Zafiros, Locura Azul”, resultó favorecida ampliamente por el público cubano, ¿recibió muchas satisfacciones gracias a ese filme?

-Sí, y las sigo recibiendo. Este año la película cumple 25 años. El año pasado se construyó en Santa Clara una sala cinematográfica pequeña, muy atractiva y funcional, que convierte el paseo cinematográfico en una agradable salida familiar pues en ella se venden algunos artículos de cafetería, mientras se realiza la proyección. Esta sala y el centro cultural donde se encuentra, llevan el nombre del filme. Otro motivo de alegría es que en Centro Habana radica un grupo de gentes muy entusiasta que lleva el nombre de “Amor por los Zafiros”, donde unos jóvenes han creado un grupo musical con el nombre de “Locura azul”. Cultivan la línea pop retro de los Zafiros con altísima calidad. Los 24 años de “Zafiros…” fueron celebrados con una actividad, a la que fui invitado junto con los actores. Los objetivos que me propuse al hacer la película se han cumplido, filmamos en pleno periodo especial y yo sentía que existía una gran angustia en las personas por el día a día y me propuse hacer un filme que, al menos por el tiempo de su proyección, la gente relajara las tensiones, se divirtiera, y en otro orden de cosas, también fue mi propósito recuperar a los Zafiros para la cultura cubana, situarlos en el lugar que merecen, del cual nadie más los podría desalojar. Ambos objetivos se cumplieron y para sobre cumplir, la película se ha convertido en un filme de “culto” que la gente constantemente quiere ver, la pide a la televisión, la revisita en los cines. No se ha perdido el entusiasmo por ella en 25 años, a pesar de que solo tenemos en Cuba una mala copia y un pésimo video. Tal entusiasmo, tal veneración sostenida del público merece que tenga una copia de mejor calidad, lo cual no está en manos del ICAIC resolver.

Se encuentra preparando un largometraje de ficción sobre Carlos Manuel de Céspedes, ¿en qué aspectos de la vida del patriota le interesa profundizar? ¿Le parece un tema necesario en la Cuba actual?

-La película no se atiene a describir solamente los picos biográficos del patriota. Es una historia que trata de entrar en los aspectos más cotidianos de Céspedes, en la sagacidad de su pensamiento y en la voluntad de llevar adelante la empresa que se ha propuesto, poniendo énfasis en la necesaria unidad para lograr objetivos. El guion está basado en el Diario Perdido, libro rescatado por Eusebio Leal, el Cespedista mayor, y para desarrollar la narración, apelo a los presupuestos enunciados por el narrador argentino Abel Posse: “El novelista debe entrar por las grietas y silencio que deja la historia”. Es una película con una estructura muy peculiar donde hay flashback y flashfoward a algunos hechos notables, siguiendo una línea dramática muy experimental. Creo en la importancia del cine histórico siempre que no se ajuste solamente al pasado, sino que partiendo del pasado nos remita al presente.

 Cineastas de generaciones recientes manifiestan con insistencia la preocupación por la problemática social de nuestro país, ¿en qué forma valora usted la expresión de esas inquietudes?

-Pienso que cada cual es libre de expresar sus inquietudes que, siempre, aunque sea una historia de amor, serán sociales. No creo en el cine de la “puyita” y la “Vendetta”, necesito del análisis social profundo que incluya todos los campos, que realmente diseccione los pormenores sociales para que sea realmente participante y no una muestra impresionista de la sociedad. Entrar en el fenómeno social cubano implica una investigación a fondo del problema y de la psicología de los seres que se mueven en ellos y no la simple denuncia de lo que todos conocemos. Creo en la necesidad de la metáfora cinematográfica más que el realismo puro y duro que se vincula con el naturalismo. Más que entrar descarnadamente en una realidad, creo en la metáfora que impulsa la poética con una elaboración cinematográfica y no en una forma más cercana a la TV, que se expresa solamente en el contenido dejando a un lado la forma y el modo de plantear el discurso. Pienso que los cineastas de las generaciones recientes, tienen mucho por hacer y mucho que aportar a la sociedad, en definitiva, el cine cubano nunca ha sido complaciente, pero sí ha estado acompañado de una gran seriedad analítica y vocación revolucionaria. Por ellos ha tenido siempre que luchar y la lucha siempre es necesaria.

Creo en la necesidad de la metáfora cinematográfica más que el realismo puro y duro que se vincula con el naturalismo.

 ¿Podría mencionar los realizadores cubanos y las estéticas fílmicas que le resultan de interés en este momento?

-No me gusta mencionar nombres. Esto, hablando en broma, rompe la “presunción de inocencia” Por otra parte no he visto tanto cine cubano actual como para discernir personalidades como un experto. Hay obras muy interesantes y otras que francamente no debieron llegar a la pantalla. Hay diferencias, sobre todo de “savoir faire” entre los directores de más experiencias y los de menos experiencia. Y no siento que haya una “estética fílmica” que pueda señalarse como tal, sino una diversidad de caminos con aisladas obras notables. Justamente creo que el desafío del cine actual es encontrar una estética donde expresarse a comodidad.

 Ha trabajado estrechamente vinculado a la pedagogía del cine como jefe de cátedra y profesor, ¿continúa apostando por la metodologia pedagógica que defiende la EICTV?

Bueno, hace años que salí de la escuela y por lo tanto no se cuáles son los caminos actuales. Defiendo, sí, la polivalencia como centro medular de la educación cinematográfica. Es el terreno en que me moví por años y pude apreciar sus resultados. Ocupaba el primer año de la carrera y consistía en que todos los alumnos pasaran por todas las especialidades. Los 40 alumnos de primer año sabían lo que era fotografiar, producir, editar, etc. y cada uno dirigía un corto donde rotaban por estas especialidades, después de participar en talleres sobre cada una de ellas. Esta era la piedra angular, la que le dio a la escuela su singularidad, inspirada en el método de formación que el ICAIC nos brindó a los más jóvenes mediante talleres impartidos por las personalidades que nos visitaban y rotando nuestro paso por departamentos antes de filmar documentales. Al reducirse la carrera a tres años algunas cátedras comenzaron a plantear la necesidad en convertir el primer año en parte de su especialidad y de este modo hacer desaparecer la polivalencia. No sé si se logró esto que, para mí, equivale a matar “a la gallina de los huevos de oro”. De la FAMCA conozco poco, pienso que entre la FAMCA y la EICTV dejan un volumen anual de egresados demasiado grande para que los medios los puedan absorber. La enseñanza artística para mí no es formar artistas sino mejores ciudadanos. Siempre he dicho que una escuela no debe graduar directores sino directores asistentes, como ninguna escuela de marinería gradúa capitanes; el capitán se hace en el mar, como el director se hace trabajando.

La enseñanza artística para mí no es formar artistas sino mejores ciudadanos.

 Unido a la actriz, también Premio Nacional de Cine, Eslinda Núñez, ha creado una familia entrelazada al arte cinematográfico, ¿puede referirse a cómo el cine ha marcado su vida y entorno familiar?

-A veces es aburrido hablar un solo lenguaje en la familia. Mi nuera oncólogo ha venido a darnos un aire diferente. Nuestro hijo, Inti, hoy director y productor, siempre dijo que no quería nada con el cine. Al llegar a la adolescencia decidió su rumbo por sí mismo. Se preparó y entró en la FAMCA como estudiante de dirección, luego entró en la EICTV como estudiante de producción. Él solo escogió su camino. El solo se abrió las puertas. Es lo que más admiramos de él. Pero es lógico que un niño, que desde que abrió sus ojos al mundo, está vinculado con las grandes obras y los grandes directores del cine cubano, a las discusiones, al ambiente cultural, a analizar cine, a ver teatro, a leer como hábito, sienta atracción en determinado momento por esa actividad. Pero también existe el mecanismo de rechazo porque cuando menos lo esperaba, uno de nosotros se ausentaba de su lado y tiempos hubo en que tuvo que irse con su abuela a Santa Clara, por imperativos de nuestro trabajo. En la concreta somos una sociedad de ayuda mutua, aunque respetamos nuestras zonas específicas, no dudamos en ayudarnos unos a otros. Hoy tengo yo, por ejemplo, tres personas que analizan mis guiones y me hacen críticas, que están en el mejor ánimo de ayudar y aunque a veces discutimos, nos va bien de ese modo. Mi nieta Aitana de 14 años, siente un amor por la literatura que la lleva a escribir, pero como todo joven que empieza quiere correr antes que caminar y anda escribiendo una novela. La segunda nieta de ocho años anda enredada sacándole música a un chelo más grande que ella, en la escuela de música y el más pequeño aún no se define, más por sus cualidades de saltimbanqui creo que va para la escuela de circo. Y hasta mi nuera, amante de la medicina y de su especialidad, de vez en cuando lanza su voz de gran musicalidad y calidad interpretativa para cantar junto a Ray Fernández en el Tun Tun para, como ella dice, “disolver el hospital”.

“La familia es nuestro mayor orgullo”, como decía mi padre tabaquero y actor de teatro bufo; sean artistas, profesionales, obreros, son quienes nos empujan hacia el futuro y el cine es el denominador común que nos une”.

Manuel Herrera

[1] Solamente se dio un caso antes de 1959: “La Rosa Blanca”, por ser un filme cubano-mexicano, homenaje a Martí en su centenario.

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