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El cuento de las comadrejas: más sabe el diablo por viejo…

Por: Berta Carricarte Melgarez

Un guionista, un actor, un director y una diva viven refugiados en una antigua mansión lejos del mundanal ruido. Su vida transcurre en una permanente puesta en escena, donde la senectud que padecen viene a ser matizada por la ironía, el sarcasmo y los falsos conflictos que se han inventado para alimentar su egolatría. Un día reciben la visita de dos jóvenes que parecen conocer al dedillo la gloria que los cuatro vejetes disfrutaron cuarenta años atrás.

Película exquisita en todos sus detalles, comedia de elegante humor, fábula del diablo que sabe más por viejo que por diablo, El cuento de las comadrejas (Juan José Campanela, 2019) será de lo mejor que pueda verse en este diciembre festivalero. El campeonato de actuación que involucra a Oscar Martínez, Luis Brandoni y Marcos Mundstock (el “maestro de ceremonias, presentador de Mastropiero” que hizo época con Les Luthiers) se define en términos de la refinada comicidad que late en todo el filme.

Mención aparte merece la presencia protagónica de Graciela Borges, todo un símbolo del cine argentino, musa de importantes realizadores como Leopoldo Torre Nilson —Fin de fiesta; Piel de verano— y de Raúl de la Torre. Para ellos protagonizó algunos de los títulos fundamentales del cine rioplatense, también homenajeado en este filme de fuerte impronta autorreferencial.

A lo anterior súmese una visualidad pensada en términos intertextuales para rendir ese simpático y respetuoso tributo también a filmes de reconocimiento universal como ¿Qué pasó con Baby Jane? (1962) o Sunset Boulevard (1950). Por ello vale señalar el crédito de la fotografía a cargo del experimentado Félix Monti y la dirección artística de Nelson Noel Luty.

La película propone una lectura menos inocente de ese fluir de la vida que conduce a la vejez; vejez que no siempre puede equipararse con lo inútil, lo incapaz, lo inepto. Como respuesta a un fenómeno sociológico definido en muchos países como “envejecimiento poblacional”, El cuento de las comadrejas cede a la tentación de enfrentar a jóvenes y veteranos, y pone sobre el tapete la astucia de unos y otros para sobrevivir en un mundo donde no basta la gallardía, la inteligencia o la experiencia para sobrevivir, también hay que tener una buena dosis de sangre fría ligada con humor.

Algo de común hay entre esta cinta y La odisea de los giles (Sebastián Borensztein, 2019), puesto que, en ambos casos, mediante los privilegios discursivos de la comedia, se fractura la moraleja tradicional, aleccionadora y moralista, que es sustituida por la filosofía de “el fin justifica los medios”. Lo curioso de esta operación es que la “nueva” tesis reconforta al público que aplaude complacido el triunfo de la razón, aun a costa de saltarse toda observancia jurídica. A ese nivel se eleva el descreimiento, el escepticismo y la impotencia frente a las normas de esta sociedad planetaria tan brutalmente civilizada, y que en algún punto y de alguna manera tendrá que empezar a humanizarse.

De cualquier modo, el relevo está garantizado en el cine argentino. Si en La odisea de los giles, Chino Darín compartía casting con su progenitor, Ricardo Darín; en El cuento… un brillante Nicolás Francella, hace alarde de su estirpe: hijo de gato… y caza ratones como su padre Guillermo.  Buenos y nuevos aires para este cine argentino que, aunque ya no actualiza los relatos sobre las madres de La Plaza de Mayo, acentúa su interés en los igualmente universales temas de la envejecida contemporaneidad.

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