destacadomiradas

Cinco joyas del cine japonés

Por: Berta Carricarte

Como parte del Festival de cine del verano, la Sala 2 del Multicine Infanta presenta el ciclo: ¨SAMURAIS: SOMBRAS Y SANGRE¨, que exhibirá Los siete samuráis, Rashomón, Yojimbo, Trono de sangre y Kagemusha, la sombra del guerrero.

Kurosawa se revela al mundo

Al recibir, con Rashomón, el León de Oro en Venecia en 1950, y el Oscar al Mejor Filme Extranjero, Kurosawa había rasgado el sagrado velo de la inapetencia occidental por el cine de toda Asia y para todos los tiempos. 

Lejos estaba Ryunosuke Akutagawa, de imaginar que el relato escrito por él en 1915, produciría, al ser llevado a la gran pantalla, semejante impacto. Ello se debe a la manera en que el realizador integró Rashomón a un segundo relato escrito por el mismo Akutagawa en 1922 y titulado En el bosque. Por otra parte, Kurosawa aporta una estructura narrativa sin precedentes y que se conoce como “efecto Rashomón”, que luego influyó en realizadores como Stanley Kubrick, Alfred Hitchcock, Quentin Tarantino, Bryan Singer, Gaspar Noé y Gilles Mimouni entre otros.

El “efecto Rashomón”, consiste en reproducir varias veces un mismo hecho desde la perspectiva de diferentes personajes. En este clásico del cine universal, también es relevante la disposición escenográfica elegida para los diferentes espacios donde se desarrolla la trama. La escena en que un espíritu es convocado para hablar en nombre del marido muerto, alude a la estética de representación del teatro Noh que, junto al Kabuki, son los estilos teatrales dominantes en la cultura japonesa. Para generar una confrontación reflexiva acerca de la relatividad existencial de los eventos que enfrentan los seres humanos, Kurosawa se apoyó en el ascetismo de la estética del Noh, cuya autenticidad apreciaba por sobre cualquier otra forma artística.

Por un puñado de arroz

Los siete samuráis (1954) drama de acción, que se inscribe dentro del género jidaigeki, o sea, filmes de época, reúne a dos grandes actores del cine asiático: Toshiro Mifune y Takashi Shimura.

Filme imprescindible en la historia del séptimo arte, continúa entre las diez películas preferidas por muchos directores a los que ha influido en su perspectiva del cine, como Sam Peckinpah, Arthur Penn, Sergio Leone y John Sturge.

Durante el Japón del siglo XVI, una aldea extremadamente pobre sufre el saqueo sistemático de un grupo de bandoleros. El consejo de ancianos decide buscar la protección de samuráis a quienes solo pueden ofrecen un puñado de arroz como pago. Logran reunir a siete guerreros que, empobrecidos por las guerras civiles, aceptan pelear y defender el caserío poniendo por delante su código ético (bushido o camino del guerrero) ante la injusticia. El punto es que pertenecer a la casta samurái es un privilegio acreditable y no todos pueden dar fe de su linaje. El séptimo samurái pudiera ser estigmatizado si se prueba que es un farsante. Su nombre es Kikuchiyo y encarnó de manera insuperable en Toshiro Mifune.

La agilidad y dinamismo que se observa en las escenas de combate, es fruto de la utilización de múltiples cámaras que propiciaron un material variado para el proceso de edición. Tal fue el nivel de preciosismo que exigió el empalme de las imágenes que el propio Kurosawa se encargó de editarlas, a través de una construcción intelectual y ungida por su alto valor semántico.

La batalla final alcanza dimensiones épicas, no solo por la espectacularidad de la puesta en escena, sino por la intensidad emotiva y visual que le imprime el montaje. A ello se une la banda sonora en la que la música de Fumio Hayasaka y otros efectos de sonido contribuyen a potenciar la ambientación, así como explotan la incertidumbre que pesa sobre todos los aldeanos en vísperas del enfrentamiento bélico definitivo.

El peso del factor moral también se convierte en un atributo estético del filme, pues se deja sentir en la antítesis que representan Kikuchiyo y Kambei, (Takashi Shimura). El primero es rebelde, impetuoso y temerario. El segundo es flemático, reflexivo y disciplinado. Además, las contradicciones propias entre la gente humilde y el orgulloso samurái, se integran en una causa común donde unos y otros aprenderán el poder de la unidad.

Yojimbo, el héroe solitario

Ambientada en el Japón del siglo XIX, Yojimbo (1961), extrae su anécdota de la tragedia que vivieron los ronin, un sector de la casta guerrera que ha perdido a su señor, especialmente a causa de las confrontaciones con el gobierno militar encabezado por el shogún que, en esos días, gobierna el país ejerciendo un poder real por encima del emperador. Más de una vez en la historia japonesa estos guerreros sin amo dirigieron revueltas campesinas. Casi siempre a cambio de cierta remuneración, como ya vimos con los siete samuráis.

Akira Kurosawa y Ryuzo Kikushima escribieron el guion de Yojimbo para el actor Toshiro Mifune, predilecto del maestro japonés. A diferencia de Los siete samuráis donde prevalece el principio de la unión y el colectivo como fuerza imbatible, Yojimbo presenta a su protagonista Sanjutro, como un solitario que exalta la individualidad y el interés personal por sobre cualquier otra consideración.

Sanjuro es un mercenario autosuficiente en busca de aventuras y tentaciones que ponen en riesgo su vida porque no tienen nada que perder. Encaja en el modelo de héroe solitario que el cine del oeste fijó en el imaginario de los espectadores. De hecho, Kurosawa hace una relectura del western y adapta visualmente las circunstancias escenográficas y dramatúrgicas en función de una trama llevada a la esencia de un conflicto local, típico del momento histórico de aquel Japón.

Trono, sangre y sombra

La misma historia que desarrolla William Shakespeare en su texto original es respetada en la versión cinematográfica que realizaba Kurosawa de Macbeth en 1957. Bajo el título Trono de sangre, introduce lógicas variaciones, por ejemplo, en cuanto a los diálogos, a los nombres de los personajes y a las entidades o espíritus malignos. También se aprecia la diferencia que implica el contexto feudal japonés, así como las particularidades estilísticas que provee el cine y que Kurosawa explota con su particular sentido de la imagen, la ambientación y la banda sonora. Vuelve a confiársele el protagónico a Toshiro Mifune junto a la actriz Isuzu Yamada.

En 1980, Kurosawa escribe, produce y dirige Kagemucha, la sombra del guerrero. La cinta se ubica en la época de dos grandes daimyos o señores feudales de Japón en el siglo XVI: Oda Nobunaga, que llegó a la cima del poder militar en el país y Tokugawa Ieyasu, primer shogún de la historia, título que recibió de las propias manos del emperador. El kagemucha o señuelo político, fue un convicto a quien se le dio la tarea de suplantar al fallecido señor feudal, jefe del clan al que se enfrentan Ieyasu y Nobunaga. Una historia donde la ambición y el honor cruzan espadas. El rol principal está a cargo de Tatsuya Nakadai, quien ofrece una interpretación memorable, ratificando su prestigio como uno de los más grandes actores japoneses.

Estamos en redes sociales:

Facebook

Twitter

Telegram

Youtube

  • También puedes suscribirte a Zona Podcast y escuchar nuestros contenidos
¿Te Gusta?
 
 
   

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *