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Panorama del cómic en Cuba

Foto: Tomada del muro de Facebook Amigos de las Jornadas de ArteComic

El cómic, nacionalizado en nuestro país con el término de “historieta” o “muñequitos” es una de las manifestaciones del arte que más furia causa en el panorama actual cubano, sobre todo en el juvenil. Aunque esto no significa que sean exclusivamente de este grupo etario todos los autores y consumidores de hoy.

Hemos escuchado decir que, después de la novela y la poesía, la historieta es el formato de lectura preferido por los consumidores cubanos.  Amén de lo real de la afirmación, sí es evidente la avidez con la que el público nacional devora, en escenarios como la Feria Internacional del Libro sobre todo, volúmenes de cómics, así como libros y revistas sobre técnicas para su creación.

Existen talleres; desde los que se imparten en el centro cultural Vitrina de Valonia hace más de diez años por historietistas nacionales y extranjeros, a los realizados hace menos tiempo en la Fábrica de Arte por el Proyecto PulpComicVa o en a+ Espacios Adolescentes por historietistas de la Editora Abril; que han logrado, sobre todo en la capital, revitalizar el espectro artístico, sobre todo en los más jóvenes interesados en el tema.

Fuera de La Habana pudiéramos encontrar, en tiempos modernos, algunos grandes focos de creación de historieta bien definidos. En Pinar del Río con el grupo Gato Negro, que desde el 2003 dirige el artista Yunior Ramírez; en Matanzas, el grupo que integran varios creadores de la ciudad y el municipio de Cárdenas, parte del proyecto Komikaze y en Sancti Spirítus, con el ánimo de los antiguos miembros del taller Éramos 13, dirigido por Osvaldo Pestana, Montos, uno de los mejores artistas gráficos que ha tenido Cuba, desde 2015. Los casos más llamativos son los de Camagüey y Santiago de Cuba, donde los talleres y creadores están más diseminados en la geografía provincial. Estos centros creativos, no obstante, no llegan a alcanzar el grado de impacto nacional que se necesita para poder considerar al cómic actual como un movimiento de peso en el horizonte artístico cubano.

Aún así, vale mencionar las Jornadas ArteCómic, realizadas generalmente durante la primera semana del mes de julio en la ciudad de Camagüey, como el escenario de intercambio anual de experiencias del 9no Arte más importante del país. Dirigidas por Alfredo Fuentes Fernández, miembro del Centro Provincial de las Artes Plásticas de la provincia, este espacio, iniciado en el año 2010, ha logrado a lo largo de sus ediciones, nuclear a un grupo de artistas que durante tres días realizan exposiciones, concursos y presentación de álbumes de cómics, todo en el marco de un espacio teórico que incluye además conferencias y pequeños talleres de creación.

De manera más informal, se han ido creando pequeños grupos de jóvenes que intentan revolucionar el estado actual de la historieta y la ilustración. Pero en casi 10 años de existencia de estos, no acaba de cuajar un movimiento que podamos llamar tan siquiera semiprofesional debido a la ausencia de guías y objetivos concretos. Por lo que surge una duda instantánea

¿Cuál podría ser la causa de la crisis de la historieta cubana actual?

Sin intentar hacer una historia del cómic en el país, hay que tener en cuenta que entre los años 60 y 80 del siglo pasado, Cuba llegó a tener una producción de cómic vastísima, con revistas como Mella, Pablo, Cómicos, El Muñe, etc. Tal fue el nivel de profesionalidad del cómic cubano que, en 1990, La Habana fue escenario del Primer Encuentro Iberoamericano de Historietistas. Con estas pinceladas nos aventuraríamos a decir que a finales de la década del 80, junto a España, México y Argentina, nuestro país llegó a ser una de las mecas del cómic en Hispanoamérica.

Sin embargo. ¿Qué sucedió? ¿Qué falla hoy?

Aunque el déficit de publicación está ligado íntimamente a la llegada del Periodo Especial a principios de los 90 que provocó una  escasez de papel para seguir  imprimiendo esas revistas, las fallas de hoy van más allá de la cuestión de materia prima (incluso desde el 2001 la Editorial Pablo editó la muy acertada Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, no obstante tras casi una década, dejó de publicarse).

A nuestro entender el primer gran problema es la falta de un órgano que rectore a los miembros del gremio. La UPEC (Unión de Periodistas de Cuba) tiene un departamento encargado de la caricatura, sin embargo, la inexistencia de una Asociación de Historietistas de carácter nacional es básicamente el principal elemento de freno para que el cómic tenga una categoría de tipo profesional.

 A lo anterior se le suma lo que muchos ven como el gran pecado de las editoriales cubanas, aunque realmente son dos grandes errores que pudiéramos achacarles al Instituto Cubano del Libro: no existe en Cuba una editorial dedicada a la publicación exclusiva de cómics o novelas gráficas, y las que se editan en el año, rara vez pudieran alcanzar categoría destacable si la comparamos con lo que se produce actualmente en el panorama internacional (razón por la cual nuestros artistas contemporáneos son prácticamente desconocidos en ese ambiente, otra gran debilidad de la historieta cubana)

Tomando ejemplos de cómics publicados en diferentes editoriales del país observaremos patrones comunes: historias que no exceden de 48 páginas, lo que pudiera verse como una denegación del formato de la novela gráfica tan popular en estos momentos a nivel global. Temas enfocados a lo infanto-juvenil o lo histórico-didáctico, que si bien son viables, necesarios y cómodos de trabajar, en muchos casos el fallo está más en la manera de cómo se exponen los temas, que en el tema en sí. Encontramos en ellas, generalmente diálogos impensables en bocas infantiles, fallas en la narrativa, sacrificio del relato gráfico debido a errores en el dibujo, mala utilización de planos y temas forzados. Esto se debe, en última instancia a que, debido a  la inexistencia de una editorial de cómic propiamente, es más inexistente aún (si es posible) un editor de cómic. Una autoridad calificada que pueda discernir entre lo que es una buena historia y lo que no.

Para ello sería necesario tener, al menos, un programa de historieta en las Escuelas de Arte, algo que en muchas academias a nivel global se aplica. Esto lograría, a su vez, dos cosas sumamente importantes: colocar al cómic en un plano de profesionalidad dentro de las artes, junto a la pintura, el grabado y la escultura; y tener en el país un grupo de personas que de manera profesional sean capaces de crear, editar y promover el 9no Arte.

En la mayoría de los casos los estudiantes de Escuelas de Arte que sienten inclinación por la historieta (generalmente al estilo gráfico típico de Asia, manga; o del clásico norteamericano), hacen su paseo por la zona de la ilustración, tratando de encontrar en ella una manera menos difícil de promover su trabajo.

Sin embargo, la ilustración, en estos casos también se ha visto en un escenario desfavorable y lejos de tener grandes ilustradores, revistas, fanzines o sitios donde encontrar a profesionales, coincidimos simplemente con buenos dibujantes, que tiene un dominio bastante mejorable de colores y formas y, sobre todo, que carecen de una línea identificable de trabajo. En este aspecto pudiera hacer una excepción con los integrantes de la fugaz revista APULPSO la cual, en su año de existencia, logró reunir una plantilla de artistas-ilustradores que van abriéndose paso en el panorama nacional e hispanoamericano actual, como pudieran ser Junior Fonseca, Karla Ruiz e Irán Hernández (con su exitoso cómic reflexivo Hablando con gato).

Pueden existir más interpretaciones en torno a estos temas, inclusive que disientan de estas opiniones, sin embargo lo que no puede negarse, por lo palpable y objetivo, es el extraño panorama donde se encuentra hoy la historieta. Más que extraño, paradójico, pues es un momento donde hay cientos de jóvenes creadores, miles de consumidores y una casi detenida industria editorial incapaz de absorber tanta materia.

No ha sido APULPSO la única revista que ha intentado levantar el cómic y la ilustración en los últimos tiempos, proyectos como el fanzine Supervivo, las revistas Viñeta 9, Yomerizzo y Krystapp, han tratado de transformar un panorama más que adverso, abandonado. Otros, como el rotativo dominical XEL2, son inclusive más incisivos en el momento de mostrar la labor de las editoriales en el país. 

En un escenario más profesional, desde la Vitrina de Valonia, en colaboración con la Maison Autrique, de Bélgica, se reúnen a historietistas cubanos y de otros lugares del mundo, para participar en un volumen de recopilación llamado Kronikas, al que debe agradecérsele la participación de algunos artistas cubanos en festivales internacionales, dar a conocer su obra y, en casos como el del excelente y dinámico Alexander Izquierdo, publicar en el extranjero.

No obstante, es obvia la necesidad de que sean desde las editoriales y eventos nacionales que salgan a relucir los artistas cubanos. Muchos a través de sus redes sociales o agrupaciones independientes (los ya mencionados Supervivo y Krystapp o el blog Mangakubano) realizan un trabajo de auto propaganda, donde efectúan pequeños concursos o exposiciones virtuales, lo que evidentemente vicia y distorsiona muchas cosas.

La crisis sanitaria provocada por la pandemia de la Covid-19 fue, para el movimiento underground del cómic cubano, una especie de impulso creativo, logístico y hasta cierto punto providencial. La permanencia en casa de los artistas debido al confinamiento establecido por las autoridades, ha estado provocando el surgimiento de alianzas virtuales entre grupos de artistas que mediante redes sociales como Whatsapp o Telegram van dotando al panorama de un poco más de seriedad. El Nueve, La Comiktiva, MangaKubano, Mangakure-san InkScroll, Jornadas ArteCómic y  KrystApp  Art Chat son espacios virtuales creados en el 2020 y que hoy gozan aún de vitalidad y que han logrado que los creadores puedan estar en constante intercambio y debate sobre los retos de la historieta actual. Inclusive dos de los sucesos más esperados del verano en cuanto a cómic (el evento ArteCómic de Camagüey y el taller de verano de Vitrina de Valonia) se realizaron, positivamente, de manera virtual durante los años 2020 y 2021. Aunque todo esto se ha ido haciendo de manera espontánea y sin el necesario apoyo institucional, lo que pudiera lograr que fuera una reacción momentánea y no una pauta que deba seguirse.

Ahora preguntamos ¿Volveremos al panorama anterior a 1990? ¿La historieta cubana renacerá a través de los nuevos cultores del género? ¿Las nuevas formas de gestión no estatal pudieran lograr en algún momento una editorial independiente de cómics en Cuba? ¿El impulso creativo mediante redes sociales logrará en las generaciones actuales un cambio de estrategia? Esas son preguntas de difícil respuesta, sobre todo debido a la aún perceptible dispersión del ambiente, pero todas, a la vez, pudieran ser respondidas de forma positiva si cada historietista/ilustrador/guionista reflexiona sobre la importancia de tener un gremio fortalecido y en constante evolución, proyectando ideas aglutinantes y tomando experiencia de acciones como ArteCómic y Kronikas que lograrían dotar de profesionalidad al arte que hacemos y defendemos.

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