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El silencio del topo (+TRAILER)

Por: Valia Valdés

El silencio del topo es un largometraje documental de 91´ MIN presentado al concurso del 43 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano por la directora y productora guatemalteca Anais Taracena.

El argumento refiere la investigación de la también guionista sobre el periodista Elías Barahona, miembro del Ejército Guerrillero de los Pobres, quien se infiltró en el gobierno de Fernando Romeo Lucas García con el fin de conocer sus planes represivos, cuando integraba el equipo de comunicación del ministro de Gobernación Donaldo Álvarez Ruiz.

La obra muestra el testimonio ofrecido por Elías ante tribunales guatemaltecos para dar fe sobre crímenes de lesa humanidad, investiga en las motivaciones de sus actos y presenta detalles de la lucha clandestina y testimonios de víctimas de la represión. Además, incluye declaraciones de Barahona ofrecidas tras su salida al exilio, en las que argumenta el porqué de la lucha armada como respuesta al genocidio sufrido por el pueblo guatemalteco, y los métodos de tierra arrasada, guerra psicológica, la creación de grupos paramilitares, torturas, secuestros y asesinatos aplicados por el gobierno.

El silencio del topo llega a La Habana después de transitar por 68 festivales y resultar ganador del premio Biznaga de Plata, otorgado por el Festival de Cine de Málaga, el Premio Especial del jurado en Jeonju, International Film Festival en Corea del Sur y el Tim Hetherington Award; todos otorgados en 2022.

La directora se refiere a la idea del documental:

“Había filmado a Elías y a raíz de su muerte, que me impactó mucho, sentí la necesidad de seguir investigando pues sabía que él quería contar su historia y yo entendía la necesidad de tratar el tema de la represión urbana que existió durante la guerra, desde mi mirada subjetiva, mi interpretación, pues generalmente se hace mayor referencia al genocidio en el ámbito rural”.

Sobre su relación íntima con la película cuenta Anais Taracena:

 “El silencio del topo fue un proceso muy fuerte y doloroso, acompañado de muchas preguntas, que tardó seis años y tuvo un largo período de investigación y búsqueda de fondos. Nos topamos con que en Guatemala existen muy pocas instituciones que preservan los archivos y las existentes disponen de presupuestos casi inexistentes. No existe una política para preservar archivos y la numerosa información de los 36 años de conflicto fue destruida por la policía y las personas que temían ser cuestionadas, por lo que se perdieron materiales valiosos, entre ellos, los noticieros de los años 70 y 80”.

Las imágenes actuales de los ciudadanos en las calles, los cuales heredaron la cultura del miedo y el olvido y que sufren cotidianamente la violencia del crimen organizado, enriquece las lecturas que propone el documental, cuyo desarrollo es descrito por la voz dulce y pausada de la directora, que contrasta con el espanto de los hechos narrados.

 “Todavía hoy la historia que muestra el documental es muy polémica y no todo el mundo quiere hablar ante la cámara. Esas trabas me convencieron de que era muy importante incluir en imágenes la búsqueda de información y la voz en off, para aportar un diálogo entre pasado y presente, una mirada contemporánea”

“En el proceso de filmación fui escribiendo unas líneas que nacieron de manera orgánica y me arriesgué a decirlas, buscando un ritmo y una tonalidad específica, acorde a la profundidad de los testimonios”

Anais Taracena no se formó en cine sino en ciencias políticas y tomó una cámara en la mano por primera vez a los veinte años. Ha dirigido varios cortometrajes sobre el exilio, los derechos humanos y de género y quiere reconocer la labor del pequeño equipo que la acompañó, integrado por DeLeón Francisco en el sonido directo, Eduardo Cáceres en la banda sonora, el productor Rafael Gonzalez, el editor mexicano Pedro García y amigos que los apoyaron en la seguridad y la transportación. Acerca de la fotografía de Carla Molina argumenta Taracena:

“La intención fotográfica fue trabajar las metáforas, las texturas, la materialidad de las paredes y los archivos en la búsqueda del pasado, e integrar todos esos elementos”.

Anais defiende la intención de presentar la obra internacionalmente debido al desconocimiento en el extranjero de la historia de Guatemala. Aunque encontró resistencia a la temática cuando preparaba el guión, espectadores de distintas latitudes han conectado con la obra y entienden el silencio que rodea a los devastadores conflictos sociales y la necesidad de rescatar la memoria. Dentro del país, el filme ha provocado gran interés e intercambio entre distintas generaciones.

Resultan momentos contundentes, eximidos de dramatismo: la escena en que un hijo escucha su voz infantil junto a la de su padre, quien resultó asesinado posteriormente y el relato del proyeccionista y archivero que acompaña la búsqueda de materiales audiovisuales y devela casi al final del filme, que él y sus hermanos también quedaron huérfanos como resultado del terror imperante.

El periodista Elías Barahona regresó a Guatemala sin miedo. Días después de su testimonio ante el tribunal recibió a la muerte con la conciencia tranquila.

Anais Taracena rescata la memoria de su pueblo y cito a la directora: “La memoria que flota como partículas que nadie puede ocultar”.

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