Adiós para Miguel Mendoza
Por: Rafael Lam
Hace unos días, a los 76 años de edad, falleció uno de los fundadores del Icaic, el Director de producción Miguel Mendoza, Premio Nacional de Cine 2019. Aunque yo no estaba muy relacionado con el cine, en una ocasión trabajé con él, en el teatro Karl Marx. En ese entonces (1979), Mendoza no estaba trabajando directamente en el Icaic, lo hacía como productor del coreógrafo y director artístico Alberto Alonso (junto a su inseparable Sonia Calero), en el Conjunto Nacional de Espectáculos. Casualmente, en marzo de ese año, Mendoza atendió la organización de uno de los eventos más relevantes de aquellos tiempos: El Encuentro amistoso Cuba-USA (Havana Jam), en la que representativos músicos, cantantes y grupos de ambos países grababan sus actuaciones para la historia.
Alberto Alonso me contrató como escritor de algunas producciones, una de ellas dedicada al feeling, animadas por el maestro de la locución Germán Pinelli. En algunas ocasiones Mendoza me invitaba a almorzar y me contaba vida y milagro de sus producciones en películas como Soy Cuba (Mikhail Kalatozov y Enrique Pineda Barnet), Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea “Titón”), entre otras.
Mendoza le gustaba ver a los jóvenes que hacían su esfuerzo por obtener un trabajo, porque en su primera etapa, cuando tenía solamente 21 años tuvo que enfrentar la organización de la película Soy Cuba, una verdadera prueba de fuego.
“Yo pasé por muchos puestos ─me decía Mendoza─ antes de llegar a ser lo que soy, los inicios no fueron nada fácil, comenzaba el Icaic como industria y las condiciones no siempre eran las mejores, había que inventar y llegar ingeniosamente a los desafíos que te proponían”.
Mendoza también había trabajado en series televisivas, spots comerciales, video clip, además de largometrajes y mediometrajes de ficción. Recuerdo sus aportes en los Estudios de la Cinematografía Educativa del Ministerio de Educación.
A Mendoza siempre lo llamaban para las grandes empresas, para solucionar problemas bien complicados, su oficio no es nada fácil, depende de una alta calificación y dotes de organizador.
El último encuentro que tuve con Mendoza fue en la producción y filmación de la película Fresa y chocolate, de Titón, donde conversamos en la heladería Coppelia, una de las locaciones del filme. Mendoza me preguntó cómo me iba en mis proyectos, para ese entonces ya tenía varios libros publicados y algunas crónicas que habían salido en Granma Internacional y Bohemia, todo lo que él había leído.
En ese momento me dio un consejo, me dijo que en el arte nunca nadie debe rendirse, es una larga carrera que, al final a veces es cuando llegan los resultados. Tenía mucha razón, su Premio Nacional de Cine, lo entregaron cuando ya había fallecido, esperaron demasiado para homenajearlo. De todas maneras, en cada película donde trabajó, está su nombre y su obra.
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