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El viaje de Celeste, aunque le cueste

Por: Berta Carricarte

Cuántas veces vimos en casa, el inolvidable corto de ficción Utopía (Arturo Infante, 2004), que le dio la vuelta al mundo de la farándula cubana y más allá, e hizo famosa las frases “el barroco latinoamericano…”; “el sol mayor…” incorporadas ahora al corolario de aforismos con los que usted podrá probar y actualizar su “cubanidad”, completándolas; tal como fueron en su época El que tiene un amigo…, tiene un central; al mal tiempo… buena cara; voló como…, Matías Pérez. Precisamente de otro Mal Tiempo, y de nuevos Matías Pérez habla también el primer largometraje de Infante: El viaje extraordinario de Celeste García (Coproducción Cuba-Alemania; FassB Filmproduktion / Producciones de la 5ta Avenida, 2018).

La película parece escrita para el lucimiento de la actriz María Isabel Díaz, quien interpreta a una profesora de primaria, retirada ya, pero que aún trabaja contratada como guía en el planetario de La Habana. Ella y otros cubanos seleccionados mediante sorteo, serán recluidos temporalmente en una antigua escuela de becarios, en ruina, para adiestrarse como astronautas involucrados en una misión al espacio sideral.

Se trata de una comedia sentimental llena de muy cubanas paradojas, y con un voluntario sabor a discurso aleccionador sobre la dominación de género o política de género (dicho en cubano: machismo). Y digo “sabor” para atajar e impedir a tiempo que se extienda sobre el filme un ridículo manto de feminismo. Según se ha atribuido al realizador, la película es un canto al empoderamiento femenino, desde el humor absurdo y la ciencia ficción Pero lo cierto es que, si bien no da síntomas alarmantes de un equívoco enfoque en cuanto al tratamiento del sujeto femenino, tampoco me atrevería a utilizarla como ejemplo de denuncia o mirada asertiva al asunto de la equidad de derechos mujer-hombre.

Es cierto que presenta estereotipos de los roles de género en la sociedad cubana actual; pero desde un didactismo y obviedades tales que nada aportan a ese particular. A pesar del retroceso que en ese sentido acusa el país, (entre la tibieza de las instituciones para hacer frente a problemas como la violencia de género, y las prácticas nocivas en determinadas campañas pensadas desde la perspectiva dominante masculina), hace falta algo más que un punta pies en el trasero de una señora, o la presencia simpática, en plan cachondeo, de un homosexual, para decir algo nuevo y útil en pro de los derechos de las personas, más allá de su preferencia sexual o de su condición biológica.

Aunque El viaje… de Celeste… entretiene y refresca un tanto, del bochornoso calor que abruma a la ciudad en estos días, es demasiado previsible, lo cual resulta fatal para la comicidad que persigue. Es una comedia que está como desnuda; cada escena delata la siguiente. También hay ciertas situaciones dramáticas que se dejaron en el limbo: ni cómicas ni trágicas, lo cual nos remite a una ambivalencia ética que resulta peor que burlarse sin escrúpulos del peor crimen. El humor negro, tan caro a la cinematografía cubana, aquí no se sabe si se vistió de moralina o de puro naturalismo decimonónico, digamos, a lo Emilio Zola. Temo ser poco explícita en estas afirmaciones, pues no deseo revelar aspectos esenciales de la trama, ya de por sí, reitero, bastante plagada de clichés.

Vale destacar la labor de casting, no solo por la excelente actuación de María Isabel Díaz, la primera chica Almodóvar cubana, al compartir escenario en Volver (P. Almodóvar, 2006) junto a Carmen Maura y Penélope Cruz. También se llevan aplausos la fantástica directora del planetario, encarnada por Daysi Quintana que, hasta diciendo una grosería, quedaba elegante, verosímil, y super chic. No sé si Infante pensó que a través de ella, se podría expresar también el falso empoderamiento femenino, dado su rango administrativo. Sin embargo, en la doble moral que se revela en el modo de encarar su mandato, está latente la estructura machista de la sociedad, que la obliga a ejercer sus funciones desde la misma perspectiva de dominación. Si el director se lo pensó así, mis encomios para él. Exactamente igual ocurre con la hermana de Celeste, muy bien asumida por Beatriz Viñas; vuelve a plantearse el concepto del falso empoderamiento de la mujer, porque hay más oportunismo e hipocresía que sororidad, en esta falaz “emprendedora”. El tercer ejemplo es la militarota del campamento de entrenamiento, muy bien conducida por Verónica Díaz. Ella es la viva encarnación de la controvertida disciplina militar, la demagogia y el síndrome competitivo que conduce a la sobrevaloración de unos sujetos y la exclusión de otros. El personaje se ennoblece al final, con un gesto solidario, que deja atrás la masculinización operativa de su rol.

En términos generales la presencia varonil, parece haber sido intencionalmente relegada al territorio de los personajes secundarios, extras y figurantes. Incluso se les nota desplazados al fuera de campo, o a encuadres oblicuos. No obstante, me gustaría destacar a Omar Franco, estelar en su interpretación de Eusebio, un carnicero, dueño de una finquita, que no logra conciliar el sueño desde 1980, cuando estuvo en la guerra de Angola. De manera muy sutil, Infante despoja de todo halo heroico a este personaje, y lo rodea de cierta aureola mística; da la impresión de que Eusebio tiene don de ubicuidad o es una especie de ángel guardián.

En cuanto a Celeste, crece mucho en dirección propositiva, por el destino final que le es dado. Sus ansias de realización personal están en forma embrionaria; pero la capacidad de libre albedrío que le concede el guionista y director, favorecen la proyección de ella como sujeto dueño de su destino, más allá de las contingencias de la vida cotidiana.

Alguien ha definido el filme como una película sobre la ingenuidad de los cubanos. No creo que los cubanos o las cubanas seamos más ingenuos que otros pueblos bajo ciertas y complicadas circunstancias, a lo largo de la historia de la humanidad. Enrolarse en una misión intergaláctica al planeta Gryok, es solo una alternativa, una misión posible (¿o imposible?) más.

 

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