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El proceso contra Mandela y los otros

En la tradición universalista del cine francés:

‛El proceso contra Mandela y los otros’

Por: Berta Carricarte

El Festival de cine francés en Cuba regresa tras dos años de proscripción pandémica, para celebrar su vigésimo tercera edición. Con más de 20 títulos, la muestra incluye además de largometrajes, documentales y animaciones que prometen ser reflejo de la riqueza y diversidad de la cinematografía gala.

Mi primera opción para el rencuentro fue El proceso contra Mandela y los otros (Francia, 2018), un largometraje documental dirigido por Nicolas Champeaux y Gilles Porte. Los realizadores se concentran en el proceso judicial al que fueron sometidos Mandela y diez de sus compañeros de lucha contra el apartheid en 1964, acusados de cometer actos de sabotajes, calificados de alta traición. Cuando estaban prácticamente abocados a la lucha armada clandestina, los revolucionarios fueron procesados y condenados a cumplir largas sentencias.

Porte y Champeaux se apoyaron en los archivos de audio, de reciente rescate y divulgación, contentivos de 250 horas grabadas del juicio, del que no quedaron imágenes registradas. Los directores se plantearon, entonces, la original solución de suplir la usencia de material gráfico mediante la alternancia de imagen real para las entrevistas en tiempo presente, con animación para el segmento histórico. Sin dudas ello elevó al rango de puesta en escena la performance del juicio.

Las voces de los inculpados y el aparato represivo encabezado por el fiscal, son visualmente representadas mediante un trabajo de animación admirable, que remeda el dibujo al carboncillo. Para ello, se tomó como premisa estética el empleo del blanco y negro, sin obviar el tránsito por diferentes gradaciones de gris. Desde el punto de vista conceptual, reafirma la principal dicotomía que expresa la lucha de Mandela y sus compañeros: la exclusión a que era sometida la población negra, como resultado de la dominación blanca. Pero también contribuye a caracterizar simbólicamente la ausencia de claridad procesual y el ejercicio polarizado de justicia que implicó el juicio de Rivonia, como también se le conoce.

En los segmentos animados donde se visualiza la intervención del fiscal, el ritmo es fluido y acompaña la naturaleza enfática, declamatoria e incluso susurrante que manifiesta a veces el letrado, cuyo perfil se torna amenazador cuando aparece y desaparece tras su ondulante toga oscura. En cambio, sobriedad y moderación se reserva para las imágenes animadas de los acusados, a quienes se caracterizó según su apariencia física de aquellos años, incluyendo las diferencias étnicas entre ellos: se trata de un grupo multirracial (había judíos e hindúes) que demostraba la posibilidad y necesidad de luchar por una nación sudafricana donde todos tuvieran los mismos derechos sin importar el color de su piel.

Aunque técnicamente eran culpables, todos se declararon inocentes frente a un juicio político, carente de moral y contrario a los genuinos derechos de la ciudadanía no blanca del país. En su autobiografía, El largo camino hacia la libertad, Mandela recuerda: “Le expliqué a la corte cómo me había afiliado al Congreso Nacional Africano, y cómo su política en favor de la democracia y en contra del racismo reflejaba mis más profundas convicciones. Le expliqué de qué modo, como abogado, me había visto obligado a menudo a elegir entre el respeto a la ley y mi propia conciencia.” Parte del emotivo alegato de Mandela en la corte, es reproducido en el filme.

Varios de los procesados en 1964, así como Winnie, la primera esposa de Mandela y algunas otras personas ofrecen sus testimonios y recuerdos de aquellos aciagos días, en que la legítima lucha contra el régimen racista de Pretoria se tornaba tan aguda y peligrosa, que los revolucionarios temían por su integridad física. Ello no impidió que dentro y fuera del tribunal se enarbolara una y otra vez la consigna: “Amandla!” y su respuesta: “Ngawethu”, algo así como ¡El poder! ¡Para el pueblo!

La vida del imprescindible luchador sudafricano ha inspirado varios filmes de ficción, que focalizan diferentes perspectivas de su ejemplar batalla frente a la institucionalizada política segregacionista del apartheid. En 1987, el actor Danny Glover, dio vida al personaje en una película que se llamó sencillamente Mandela. Otro destacado actor afroamericano Sidney Poitier, protagonizó Mandela and Klerk (1997). Muy elogiado fue el desempeño actoral de Idris Elba en Mandela: Long Walk to Freedom (2013), y no pocos prefieren la interpretación de Morgan Freeman en Invictus (2009).

Nicolas Champeaux es reportero de Radio France International, especialista en temas africanos, y Gilles Porte ya contaba con cierta experiencia como cineasta. Con este documental quisieron rendir homenaje al padre de la nación africana, al más constante luchador por la unidad, independencia y justicia del continente negro, quien hubiera cumplido cien años en 2018. Es un tema que nos ratifica la voluntad de los cineastas franceses por mantener una mirada universalista sobre los problemas que enfrenta la humanidad como especie. Responde a una tradición del cine que prestigian las obras de Chris Marker, Alain Resnais y Jean Rouch, entre otros.

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