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Cierra el Orizzonti Italia Cuba con “Ennio: El maestro”

Por: Berta Carricarte

¿Se acuerdan de Giuseppe Tornatore?Autor de Cinema Paradiso, cinta italiana de mirada nostálgica y dolida sobre la Italia de la posguerra, a través del vínculo sentimental de un niño con el cine. Ganadora del Oscar a la Mejor película de habla no inglesa en 1989. Pues, ha vuelto a ser noticia, Tornatore, con la biografía documental Ennio: El maestro (2021), que recrea los pasajes más notorios de la carrera de Ennio Morricone.

Con el debido respecto a gustos y preferencias, me atrevo a decir que Morricone es el más importante autor de música para cine, no solo por su copiosa producción, sino por la calidad y cualidad estética de sus composiciones.

La mayor parte de ellas concebidas como piezas articuladas al cuerpo semántico del filme, y no como simple apoyatura, subrayado dramático o discreto leit motiv. Cuando el maestro italiano, instrumentista, arreglista, director de orquesta y compositor, aparece en los créditos de una película, podemos dar por sentado que la música será un personaje añadido, un índice, un marcador, un sentimiento, un concepto y, sobre todo, una glosa emocional, un artilugio teórico, una abstracción de la historia que se cuenta y su revelación al mismo tiempo. 

A diferencia de otros muchísimos compositores para cine, Morricone no cayó jamás en el arrumaco melódico de la escena o en la blandenguería facilista, o en el comodín lacrimógeno. La densidad creativa de este señor se amplifica por su inobjetable y perdurable impacto en la historia del cine contemporáneo con inigualable versatilidad y perfeccionismo. Ese es el mensaje fundamental de Ennio: El maestro.

Es obvio que, Tornatore, deslumbrado por el talento de su compatriota prefirió apoyarse en los testimonios de grandes artistas internacionales para construir un tributo especial a quien tanto arte cinematográfico contribuyó a enriquecer. En pantalla se escuchan, entre otras, las voces de Bernardo Bertolucci, Quentin Tarantino, Oliver Stone, Clint Eastwood, Liliana Cavani, Quincy Jones, Bruce Springsteen, prodigando los mayores elogios al insigne músico. También intervienen algunos de sus colegas profesionales, dedicados solo al ejercicio de la música sinfónica, quienes a la postre, tuvieron que reconocer la grandeza de Ennio Morricone, en su descomunal obra para cine.

El autor de la música original de Por unos dólares más, El bueno, el malo y el feo, Erase una vez en el Oeste, La batalla de Argel, Sacco y Vanzetti, The Hateful Eight, nació en 1928 y murió el 6 de julio de 2020, todavía en activo. A lo largo de tantos años de bregar, debió superar los obstáculos subjetivos que más lo perturbaron en su envidiable carrera: los enfoques dicotómicos entre lo culto y lo popular, lo clásico y lo contemporáneo, el conservadurismo y la vanguardia. Por un lado, conservó siempre el respeto absoluto a su maestro Goffredo Petrassi y, por otro, ponderó la influencia de renovadores como John Cage.  Esa intensa lucha por no traicionarse a sí mismo se convirtió en su divisa para perseguir la originalidad, apoyado en una constante innovación, así como en una defensa de la ética en su praxis creativa.

Es cierto que muchos otros brillan también como compositores de música para cine. El récord de John Williams (Tiburón, ET, La Lista Schindler, Harry Potter, Star Wars e Indiana Jones, entre otras) impresiona con sus cinco premios Oscar y cuatro Globos de Oro. Sin dudas Michael Nyman estampó un sello inolvidable en 1993, con The Sacrifice, su obra minimalista para El piano (Jane Campion). Vangelis, en 1982, creó para Chariots of fire una pieza inmortal, mientras Nino Rota, elevó El padrino a otra categoría con su Love Theme. Ravi Shankar (Pather Panchali), Bjork (Dancing in the dark), Hans Zimmer, Philip Glass, Michele Legrand… Pero el italiano, es responsable de innumerables partituras, verdaderas obras maestras capaces de conmocionar el espíritu, con independencia de la película que evocan.

Habituado a pasarse con el almíbar y la grandilocuencia romántica, Tornatore se excede unos 20 minutos en los que no cesa de patinar sobre la misma seguidilla: la música de Morricone es inconmensurable e imperecedera. Ya lo sabemos. Reiterarlo baldíamente debilita la idea, por el efecto abusivo de la palabra. El virtuosismo de aquél consistía también en comprender la naturaleza del límite y la belleza de la simplicidad. No haber empalagado jamás con notas desmesuradas, melodías parásitas y arabescos sonoros es un mérito adicional del gran compositor.

La sobriedad y la continencia emotiva no está entre las virtudes que caracteriza la obra de Tornatore, y precisamente este documental adolece de una sobreexplotación del complemento musical. Nunca supo equilibrar la debida pausa entre la música que ilustra y sacude al espectador, el silencio que ha de servirle de contrapunto emocional y las palabras de los entrevistados y del propio Morricone, sustento intelectual que ordena lo narrado.

Cinema Paradiso, La leyenda del pianista y Malena, así como un puñado de documentales y trabajos para la tv, ubican a Tornatore como un director con más suerte que talento, y con un singular sentido de la oportunidad. Este documental, hermoso e imprescindible, da fe de ello y sirve de justipreciado cierre al Festival “Orizzonti Italia Cuba” en La Habana, concebido como un intenso programa en el marco de un diálogo entre las industrias cinematográficas de Italia y Cuba. El programa incluyó una muestra de cine, seminarios y mesas redondas.

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