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Presencia del cómic en el Museo Nacional

Por: Haziel Scull Suárez

En Cuba no existe ningún museo dedicado exclusivamente al cómic. Pese a que esta manifestación del arte forma parte de la identidad cultural nacional, debido a su estrecha relación con el devenir histórico/artístico cubano; como institución gubernamental solo el centro cultural Vitrina de Valonia de la Oficina del Historiador, hace labor de salvaguarda del noveno arte a través de talleres, conferencias, exposiciones y de una biblioteca especializada en él, única de su tipo en Cuba.

Sin embargo, su papel como manifestación del arte real, con medios expresivos propios y características distintivas en cuanto a su confección, ha inspirado a más de un artista de la plástica, entiéndase de la pintura, a utilizar sus elementos en la creación de obras que se exhiben en varios museos del país. El Museo Nacional de Bellas Artes es uno de ellos.

Inaugurado en 1913 como Museo Nacional de la República, funcionó hasta mediados del siglo XX como un museo enciclopédico, especializándose como un organismo dedicada a la Historia del Arte tras el triunfo de la Revolución cubana. Su patrimonio artístico, compuesto por más de 45 000 piezas,es considerado uno de los más importantes de América Latina y el Caribe. Conjuntamente con la mayor colección de arte cubano del mundo, conserva piezas de las más importantes escuelas europeas, así como de arte antiguo, que abarca colecciones de Grecia, Roma y Egipto.

Y es precisamente en esa colección, que abarca obras desde el siglo XVI hasta la actualidad y conserva más de 4300 pinturas, 12 800 diseños y grabados y 285 esculturas, ​además de fotografías y ejemplares de artes gráficas, donde se encuentran varias representaciones de historietas, tanto como manifestación en sí, que como parte del discurso plástico de alguna pieza especifica.

En el museo existe cómic. Sí, expuestos tal cual[1], sin embargo, no es nuestro objetivo hablar sobre ellos.

Sin querer hacer un recorrido exhaustivo, ni un análisis plástico, nos gustaría centrarnos en tres piezas, de sendos autores, que parten de los recursos expresivos de esta manifestación para la creación de sus trabajos. No son historietas, son pinturas que se valen del discurso gráfico propio del 9no Arte para comunicar.

Tú haces brrr con mi electricidad (1967, 170.5 x 170 cm), de Umberto Peña

Entre 1966 y 1967 Umberto Peña se enfrasca en la realización de un conjunto de lienzos donde sintetiza maneras de hacer propias del pop art y de la nueva figuración. El artista se vuelca en una inédita exploración del mundo interior del hombre a través de sus vísceras e intestinos. Lo oculto y lo repulsivo que llevamos dentro se presenta con crudeza ante un público atónito no acostumbrado a un lenguaje tan agresivamente directo. Existe una profunda angustia existencial encerrada en estas telas que intentan establecer un diálogo entre sus chirriantes y quejumbrosos órganos y el desconcertado espectador[2].

A ese momento de explosión creativa corresponde esta obra que compulsa al espectador a enfrentarse con la rebelión de nuestra naturaleza en abierta actitud de desafío. El artista trabaja el lienzo usando colores planos al estilo del pop; pero la representación del aparato digestivo, cual personaje monstruoso que emerge de las intimidades más recónditas del ser humano, confiere a la pieza un marcado aliento expresionista. Es en este amasijo de colores y formas, a la cual más bizarra, donde se inserta una onomatopeya al estilo del cómic franco-belga: escrita en decrescendo y con una grafía redondeada. Rodeada de líneas cinéticas muy próximo al estilo de la escuela de Marcinelle, la figura central parece, además, salir de una especie de viñeta e insertarse en la superior para lanzar, cual superhéroe de Marvel, un grito ahogado que se convierte en rayo y traspasa el lienzo/página.

Peña ostenta el privilegio de tener en el Museo Nacional no solo estas obras de gran dimensión e impacto, sino que está presente con trabajos hechos con tinta y aguafuerte sobre papel, de menor formato y que descubren una estética mucho más cercana a la del cómic. Podemos mencionar Y perfuman sus dientes los glotones (1971. 498 x 606) y Tal como el hierro frío en las entrañas (1971. 500 x 650), en ambos se aprecian distribución de objetos en viñetas que terminan realizando una acción la cual, pese a no conformar una historia propia, responde a la secuencia y a la acción.

Regresando de Indochina, (1971, 153.5 x 107 cm) de Alfredo Sosabravo.

Muchas obras de Sosabravo pudieran ser consideradas viñetas de cómic de gran formato. La verticalidad, el estilo, la utilización de colores planos, la simpleza (pero firmeza) del trazo y la distribución de los objetos dentro del lienzo bien pudieran ilustrar esta afirmación. Las piezas Prostituta peinándose o Personaje frente al sol son muy buenos ejemplos de ello. Sin embargo, la obra que nos ocupa, Regresando de Indochina, es elegida porque muestra un elemento identitario de la narración gráfica: el globo de texto.

Regresando de Indochina se ubica dentro del estilo de la serie de realizaciones reunidas en la muestra Óleos y cerámicas, que coloca a Sosabravo en sitio relevante entre las más prometedoras figuras de la década. Esta pieza es extensión de los conceptos, elementos formales y recursos técnicos que aplicaba durante aquella fase de trabajo, cuando redondeaba un código capaz de identificarlo como personalidad madura, ya reconocible y digna de ser tomada en cuenta. Es una obra que remite a la debacle norteamericana en territorio vietnamita, participa de todos los factores descritos y se ubica dentro del repertorio de personajes creados por el autor[3].

El globo de texto es, en esta obra, protagonista. Relleno de improperios y ofensas, similar a lo que hace cualquier personaje de Disney, refuerza a las líneas cinéticas que rodean al personaje y dan a entender la idea de nerviosismo, miedo o ira incontenida. Sosabravo recurre al movimiento a partir del uso de líneas cinéticas y el dinamismo del propio personaje; al igual que explota la expresión facial del mismo con recursos geométricos propios de la caricatura.

– Lichtenstein y los griegos, (1985, 181.5 x 181.5 x 17 cm), de Consuelo Castañeda

Roy Lichtenstein, el famoso pintor norteamericano reconocido por su introducción del cómic al mundo del arte pop, realizó durante los años 70 una serie de pinturas sobre la historia del arte, en las cuales se apropiaba de temas que iban desde la cultura helénica, hasta Picasso y de Kooning. Y Consuelo Castañeda, la habanera “post-postmoderna”, se ha apropiado a su vez de una apropiación de Lichtenstein al copiar un cuadro de este. El norteamericano había representado un templo griego con la planimetría de una tira cómica y ella le ha añadido rostros y torsos de la antigüedad clásica hechos con volúmenes de yeso, para ponerlos a hablar con globitos corporeizados en madera. Los textos de los personajes los ha tomado Castañeda de la obra de un poeta griego contemporáneo, y se refieren al teatro antiguo de ese país[4].

Pararse frente a esta obra es como observar ya no una viñeta, si no una página completa de cómic. La variedad de textos, enmarcados en globos que ocupan gran parte de la pieza, transmiten movimiento y vida. Algunos de ellos, incluso, desbordan el cuadrilátero que forma el bastidor e intentan trascender a la obra en sí misma. Los textos, además, salen de figuras y bustos reconocidos en la historia del arte clásico: El Niké de Samotracia o el busto de Alejandro Magno. Incluso, en su esencia de arte pop, el fondo correspondiente a este cuadro, recrea la estética del cómic de Walt Disney para representar las columnas griegas de donde cuelgan los bustos y torsos helenos.

 No es un secreto que el cómic, de a poco, se ha sabido insertar en muchos casos como el recurso por el cual algunos artistas han ido llevando su discurso. En ocasiones como manifestación en sí, en otras pidiendo prestado algunos de sus medios de expresión. Como parte de la cultura de masas, llega de manera directa a un extenso público y trasciende lo que a veces encerramos en arte académico. No obstante, sería interesante, dada la antigua historia del cómic en Cuba, ver un espacio, un museo en este caso, dedicado exclusivamente a exponerlo, investigarlo y promoverlo.

[1] Nos referimos a obras de los autores Eduardo Abela y Santiago Armada (Chago). En ambos casos encontramos expuestos  trabajos de caricatura e historieta, respectivamente,  como manifestaciones artísticas particulares, con todo lo que ello significa.

[2] https://www.bellasartes.co.cu/obra/umberto-pena-tu-haces-brrr-con-mi-electricidad-1967

[3] https://www.bellasartes.co.cu/obra/alfredo-sosabravo-regresando-de-indochina-1971.

[4] https://www.bellasartes.co.cu/obra/consuelo-castaneda-lichtenstein-y-los-griegos-1985.

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