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Isolina Carrillo en el cine

Por: Rafael Lam

Isolina Carrillo (La Habana, 9 de diciembre de 190721 de febrero de 1996), esa compositora célebre del bolero Dos gardenias, tuvo una trayectoria intensa en diversos medios de la radio, el teatro y el cine; sobre todo en el campo internacional, algo poco conocido.

En las muchas entrevistas que le hice en su apartamento en un rascacielos de la calle Línea, en El Vedado, Isolina me contaba anécdotas asombrosas.

– A la edad de 10 años hice mi debut ante el público reemplazando al pianista que tocaba en la orquesta de mi padre debido a que se encontraba enfermo. EL pianista de turno no llegó y, mi padre no sabía qué hacer. Entonces uno de los músicos dijo: “La niña hace maravillas” y, ahí mismo me enganché para ganar algún dinerito para la comida de la familia.

– ¿Cómo la recibieron en el cine?

Me recibieron muy bien, era una niña y eso siempre impresiona. Yo provenía de una familia muy relacionada con la música pues mis hermanos también tocaban instrumentos musicales. Mi padre tocaba el tres y el laúd. Estudié en el Conservatorio Municipal de La Habana. El cine silente nos brindó a muchos músicos, especialmente a los pianistas un medio de ganarnos la vida, eran los tiempos en que el mambo estaba duro.

– ¿Hable de su familia musical en estos medios?

– Mi madre era modista y su padre motorista de tranvía que combinaba su labor en las vías con la de guitarrista, tresero o laudista de algunas agrupaciones musicales; fueron sus hermanos Luis quien se convirtió en flautista y Braulio en percusionista.

¿Isolina, en lo adelante, dentro del cine cómo le fue?

– Después en ese año de 1917, trabajé como pianista suplente en la Orquesta de Calixto Allende, que actuaba en el cine silente Strand; más tarde lo hace en el Hisperia y en el Favorito.

– ¿La década de 1930 fue muy buena?

-Para1938, tenemos presentaciones en la CMQ Radio, y luego en RHC Cadena Azul, hasta que dos años después de surgir la televisión en Cuba (1952), fundo un grupo musical dedicado al género del danzón.

 – ¿Y, en la década de 1940?

Es en la década de los cuarenta donde alcancé el mayor reconocimiento como compositora de boleros, guarachas y sones dentro de la radio. Ya, para esa década contaba con algunas de mis composiciones emblemáticas: Fiesta de Besos, Canción sin amor, Increíble y, posiblemente la más famosa de todas mis obras, Dos gardenias. Esta última composición la interpretaron diversos cantantes como Daniel Santos, Antonio Machín, Ángel Canales, Pedro Vargas, Rosa Carmina, María Rita.

– ¿Con sus diversas agrupaciones usted se presentó en la radio y, después en la década de 1940 en la televisión de todo el continente?

-En La Habana, en la emisora radial RHC Cadena Azul de propiedad de don Amado Trinidad forma la Orquesta Típica Gigante trabajando con el estelar director don Adolfo Guzmán. Crea el conjunto Tropicuba. Yo fundé y dirigí el quinteto Siboney en el 1940 con Joseito Núñez, Alfredito León, Facundo Rivero y Marcelino Guerra “Rapindey” con el que realicé varias giras por países como México, Venezuela, Colombia, Perú, Chile y Ecuador; en el 1938. Creo un cuarteto con mi esposo el tenor Guillermo Agramonte, Berta Velázquez, Gilda Cánovas y Gloria Sánchez, por este cuarteto pasó Olga Guillot en 1944. Posteriormente, creo el septeto Las Trovadoras del Cayo, donde además de dirigir, toca la trompeta y, poco después integro como pianista un trío con el reconocido guitarrista Vicente González Rubiera “Guyún” y el cantante Marcelino Guerra “Rapindey”, cantante. Fundé la orquesta femenina “Indias del Caribe”, con Isolina como directora en el piano y voces, Margarita en el piano y voces, en el Ercilia Fernández en el güiro y voces, Ana María García Quijada y en canto Engracia Pérez.

Fue una etapa intensa, con mucho trabajo y grandes éxitos, esa es la verdad.

Este es, aproximadamente el recorrido de Isolina Carrillo en los diversos medios, en especial la radio y la televisión. Este es un homenaje a la compositora y música de gran talla en Cuba.

La recuerdo como una mujer muy ríspida, de armas tomar, ella me comentaba que tenía un revolvito (un forifait), para meterles miedo a sus alumnos. Pero solamente se trataba de una coraza que mucha gente se coloca, especialmente los artistas. En el fondo ella fue una mujer solitaria, necesitada de afecto, de gente que se preocupara por ella. Su casa siempre estaba llena de alumnos, de visitantes extranjeros interesados por conocerla o por encontrarse con ella. Los días de cumpleaños, el 9 de diciembre, siempre hacía un fetecún, donde se reunían en el piso catorce de su edificio de la calle Línea, El Vedado, artistas cubanos y extranjeros que pasaban la noche entera en velada. Quizás esas fiestas le retardaron a Isolina su muerte que tardó en llegar, a veces pensábamos que nunca abandonaría este mundo.

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