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Calendario: La realidad a medias es también la realidad

*Este texto es parte de Miradas, segmento de opiniones sobre un tema de nuestra agenda en la Revista Cubanow.

Por: Berta Carricarte

Una nueva serie juvenil cubana titulada Calendario está en el bombo ahora mismo. Curiosa por los comentarios positivos que despierta en las redes sociales, me animé a buscarla y voilà, está en YouTube. De manera que pude apreciar de una vez los cinco capítulos ya transmitidos por el canal Cubavisión, aunque he sabido que consta de 13 episodios en total.

No tengo hábito de ver televisión, por lo tanto, acudo a fuentes alternativas cuando me interesa conocer algo que aconteció en la pequeña pantalla, y lo veo entonces en otra pantalla más pequeña todavía donde, quizás pierda algunos detalles. Pero -y es una advertencia que deberían tomar en cuenta los realizadores de audiovisuales-, cada vez es mayor el consumo vía celulares, tablets y dispositivos análogos, por lo que: ojo con el registro de planos en los cuales no se pueda distinguir algo escrito o un objeto implicado en un aspecto relevante para la comprensión de la trama.

Para mi sorpresa Calendario me encantó, en lo esencial. Creo que funciona, es digna de su propósito que, intuyo, debe ser brindar al público un producto de calidad que de alguna manera refleje diferentes aspectos de la vida actual, a través de los conflictos de los adolescentes; de una manera atractiva y al propio tiempo educativa. Me da mucho regocijo que la serie tenga buen nivel y justificada fama, pues conozco del talento y laboriosidad de Magda González Grau, aquí directora general, junto al guionista Amílcar Salatti, y a Alfredo Felipe Pérez, el codirector.

Pasado el momento de euforia que se vive cuando nos sumergimos en una fábula creada para entretener (y educar), saltaron algunas apreciaciones que dejo aquí a modo muy personal y que, no pretenden, para nada, deslucir el trabajo logrado por todo el equipo.

Lo primero es que se nota que las situaciones han sido pasadas por un tamiz de benevolencia, quizás para evitar caer en representaciones demasiado ríspidas, ya no propias para un público adolescente. Es decir, se han evadido problemáticas tan candentes como la deserción escolar por la insuficiente economía doméstica, la prostitución en esas edades, la pederastia derivada de las relaciones entre profesores y estudiantes y la corrupción escolar que no se limita al fraude, sino que involucra, sobre todo, a los docentes a través de la venta de exámenes, notas, etc. Obviamente, tampoco se iba a pulsar el escalpelo hacia tan tortuosas simas dado que, según he leído, se trata de un homenaje a los educadores.

Entonces, bien vale edulcorar la realidad, cuando precisamente se exponen y condenan actitudes mucho menos graves y punibles; tales como, el trabajo infantil, que impide a Orestes concentrarse en el estudio, la emigración interna y externa, la adicción a la pornografía, pinceladas de machismo, acoso escolar y homofobia, entre otras cuestiones planteadas hasta ahora, no sin cierta moderación.

Por otro lado, se advierten algunas circunstancias un tanto idílicas. Amalia (Clarita García), la maestra debutante, padece una exagerada candidez mezclada con un sentimiento de culpa. Su evolución de niña pendenciera a adulta responsable no figura en la historia, por lo que cabe imaginar que muchas de sus actitudes presentes responden a una maduración propiciada por Marta, su profesora y luego amiga, que supo “meterla en cintura” a tiempo. Amalia siente que le debe a la vida y expurga sus pillerías de infancia regalando afecto y comprensión a diestra y siniestra. En ese rango caben sus funciones de payasa gratis, y su inmolación ante las tareas del hogar. Por cierto, tal vez era innecesario y desafortunado comenzar un serial sobre y para adolescentes, ¡con una función de títeres para niños!

En un giro que hace más terrenal su comportamiento vemos a Amalia contratada para dar clases en la escuela nocturna, y ganar algo más de dinero. Decisión más coherente con los tiempos que corren. No obstante, hay que hacer un esfuerzo para creerse a esta mujercita misericordiosa, cuyo único desliz en la actualidad, parece ser su papel de amante del profe de geografía; asunto del que es mejor no hablar aún, y dejar que avance un poco más la serie. En resumen: por inverosímil que parezca, en la vida real existen muchachas como ella.

La ausencia de un/una profe de matemáticas es poco menos que inaudita dentro del sistema de personajes. Sensible desperdicio cuando todos sabemos que las matemáticas son el peor dolor de muelas de cualquier adolescente. Bastaba con algún personaje que cubriera ese rol en un par de escenas, algún bocadillo, no tenía que capitalizar el relato; pero ignorar su peso y repercusión en el ambiente del colegio, lo considero inexcusable. Y lo tenían; pudo ser ese personaje de relleno que solo dice que sí o que no con la cabeza cada vez que se reúnen con el director; era cosa de escribirle un par de líneas. O mejor, la propia Odalys, en lugar de tener dos profes de geografía.

Muy convincente Paula Massola interpretando a Maritza, y muy sustancioso el conflicto que tiene consigo misma y con su progenitora, a cargo de Edith Massola. Esta última enfocada en una mujer que defiende sus derechos sexuales y no se autoflagela ni culpabiliza como madre, por vivir un amor lésbico.

Medio en broma, medio en serio está el adorable personaje de Noemí, inverosímil y gracioso. Más cerca de alguna realidad que de la exageración. Y encantadora su parentela ciberdependiente, deslumbrada por la tecnología, y subsumida en la ignorancia de sus efectos colaterales.

El insoportable Javier, es otro ejemplo de un trabajo actoral convincente. Eso es un antihéroe en el mundo semifantástico de la adolescencia, ni tan malo que parezca un sociópata, ni tan perfecto que los demás no puedan juzgarlo. Insistir en su belleza y en la apología a la hermosura física es un rasgo que revela sus carencias psicológicas, emocionales, y a la postre también físicas y materiales. Según creo adivinar, Javier sorprenderá en capítulos subsiguientes, al revelar feas dislocaciones latentes en su vida privada.

Si fatal me pareció la primera aparición de Israel como repentista, El nagüe mejoró y resultó muy simpático en el matutino. Sin embargo, considero insoportable la música de presentación, original de Magda Rosa Galbán y Juan Antonio Leyva, dueto de probada eficacia creativa. Me inclino a creer que el tedioso y soporífero tema musical responde a especificaciones de un errático encargo.  

Más allá de algunas peripecias alucinantes, entre las que también figura la fiesta folclórica en respuesta al show de Halloween preparado por «las tres urracas», Calendario juega a caminar por la cuerda floja de un Trick-or-treat («truco o trato»), donde las cosas no son todo lo que son; pero se acercan bastante a lo que aquí se pinta. Hay que tener en cuenta que no es lo mismo una secundaria de Centro Habana, del Vedado, del Cotorro o de Siboney. Asimismo, de hechos increíbles, pero ciento por ciento reales, está lleno YouTube. Son también la vida, la realidad, aunque no siempre vengan con el ánimo de mejorar al mundo y a los seres humanos, con la eficacia comunicativa y la agudeza artística de este zodiaco televisivo.

Enlace relacionado: Una serie de éxito
Sugerencia de lectura: el tema de debate de la edición anterior

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